Las dos naturalezas en un creyente y sus implicaciones

No se dejen engañar: nadie puede burlarse de Dios. Siempre se cosecha lo que se siembra. [8] Los que viven solo para satisfacer los deseos de su naturaleza pecaminosa cosecharán, de esa naturaleza, destrucción y muerte; pero los que viven para agradar al Espíritu, del Espíritu, cosecharán vida eterna. (Gálatas 6:7-8)

Nadie puede burlarse de Dios. O sea, “a Dios no se le va una”. Sería el colmo de la estupidez creerse uno que uno hace o piensa algo, lo que sea, como sea y donde sea, que Dios no esté al tanto. El Salmista expresó: “A donde huiré de tu presencia; si subiere a los, allí estás Tú; y si descendiese a lo más profundo del mar, también allí estás Tú, oh Dios”. “Si yo intentase cubrirme de las más densas tinieblas, lo mismo te son las tinieblas que la luz”.

Un impío solo tiene una naturaleza, es decir, un alma (con una voluntad y afectos) inclinada en una sola dirección, al pecado, a la iniquidad. Cualquier obra, afecto, sentimiento, actitud, aptitud y motivación es pecaminosa. No está inclinada al pecado. Es pecaminosa. Nosotros solemos evaluar la maldad y el pecado en grasas. Eso tiene sentido para Dios. Nosotros, p. ej., decimos: “él no es tan malo”. ¿En serio? En el vocabulario de Dios eso se traduce: “él es totalmente un diablo”. Eso es lo que incluso a creyentes con décadas en el evangelio se les dificulta discernir. Pero comprenda, hermano., Dios, en cuanto a obras, no ve grados de bondad en el corazón humano del pecador; él sí, en su justicia, ve grado de maldad en las obras del pecador (de ahí la justicia y el juicio de Dios). Pero la escala de valores no es entre el bien y el mal -ahí yace su confusión, hermano(a)—. No, la escala divina es de mal a peor cuando pesa las obras del impío, o sea, de 1 a 100 grados de maldad. ¿Se lo aprendió? A mí me duelen las quijadas de repetir este asunto a los santos, pero no aprenden fácil. 

Ahora te explicaré el caso especial de las dos naturalezas del creyente. Y aquí es que he gastado saliva con los cristianos… Pero que va, se les olvida la verdad al rato. ¡No, no, no! Mire, se lo repito por enésima vez… Claro, “a mí no me es gravoso el repetir las mismas cosas una y otra vez”, solo que cansa. Pero entiendo el problema del cerebro… ¡Tranquilo(a)! ¿Cuál es el chiste aquí? Mire… Un(a) nacido(a) de nuevo tiene las dos naturalezas mientras exista en esta vida. Gloria a Dios, que “la pecadora” será aniquilada en la regeneración (venidera). En la regeneración actual “seos imputa” o “implanta” la nueva naturaleza; pero mientras estemos en esta tierra, antes de la resurrección o transformación (final), tenemos ambas naturalezas, “la pecadora y la santa”, ambas. ¿Qué nos diferencia del impío? Eso. Entonces, ¿qué implica eso? Implica que todo cristiano puede obedecer una de esas dos naturalezas, dada la ocasión. El creyente tampoco puede hacer una obra más o menos buena.

Toda obra del creyente, o es buena o es mala; lo que es lo mismo: “o responde a su vieja naturaleza (la viciada por el pecado y la maldad), y en tal sentido es una obra mala; o responde a su nueva naturaleza”. En el nuevo diseño de Dios, las obras del creyente aquí no son entre buenas y malas. “Eso es un imposible lógico”, es “una contradicción teológica”. Eso es lo que está explicando Pablo en Gálatas 5 y 6. La gloria de la “vida nueva”, de ser “una nueva criatura en Cristo”, es el poder. ¿Cómo así? Que el cristiano tiene el poder y la capacidad, el llamado, el mandamiento, la comisión (añada cualquier valor aquí) de un obrar bien o mal… acuérdese, no mezclado; porque una mezcla entre lo bueno y lo malo es imposible, sería como decir que se puede mezclar el veneno con el antídoto y neutralizar los efectos; o como intentar rostizar el agua a la parrilla. Entonces, las dos naturalezas nuevas: (a) la vieja batalla contra la nueva (y v/v), o la carnal con la espiritual; (b) el creyente puede seguir los dictámenes de una o de la otra en cada situación presentada, no ambas; (c) la recompensa divina (que puede ser puntual o acumulativa) será en virtud de la naturaleza que se obedezca o no.

¿Cuál es la gracia aquí? 

Hermanos y hermanas, preguntar eso es una miserable tontería. Pero vamos, la gloria o la gracia de esto es que el creyente no solo puede decidirse por el bien y lo bueno, lo que a Dios le agrada (cosa que el impío no puede, al pecador le es imposible) en cada situación dada, sino que tiene la absoluta capacidad para escoger el bien y así obrar.

Y sobre eso, no solo que el creyente debe y puede decidir por el bien, sino que recibirá recompensas por su obrar (claro, castigos si obra mal y dones si obra bien).

La justicia de Dios, a parte de su don de gracia, sopesará los grasos, sea de maldad en su obra mala (lamentable), o de bondad en su obra buena.

Deber del creyente

Hermano(a), escoja siempre hacer el bien. La conveniencia es suya. Dios es el mismo siempre. Por ejemplo: “Cada domingo un creyente puede decidir obedecer el mandamiento del Señor de ir al culto (eso es un mandamiento)”. Habrá situaciones imposibles (tranquilo, Dios está al tanto y control absoluto de las circunstancias, y son establecidas, no fortuitas). Pero en general, el que decide no ir al culto o considerar cualquier otra actividad como prioridad en esa convocatoria, téngalo por cierto, de la carne cosechará corrupción.

No ir al culto será castigado, seguro… es pecaminoso. No es más o menos malo. ¡Imposible! Una tontería pensar de cualquier otra manera en esto. Lea Hebreos 10.24ss.

Cuando usted no va al culto, por ejemplo, exceptuando las circunstancias de imposibilidad; no en sus opciones… es un mandamiento, usted no tiene opción aquí… si no obedece, es pecado y recibirá su castigo seguro, ahora o después. Pero el que falta al culto, o el que lo profana (por ejemplo, yendo pero chateando o con aptitudes y actitudes insanas), quebrantan el mandamiento, pecan. 

Faltar al culto es idolatría, es poner lo otro que hace (descansar, trabajar, atender visitas, etc.) por sobre el expreso mandamiento. Extrapole eso al mandato de dar, o a cualquier otro mandamiento.

El mandamiento es clave en tus acciones y decisiones. Todo se trata de eso. Es de ese modo que Dios ha comunicado su santa y divina voluntad. Por eso: 

  • La caída (y la muerte espiritual) resultó precisamente desobedecer un mandamiento.
  • “De los dos grandes mandamientos dependen toda la ley y los profetas”. (Mateo 22.37-40)
  • Las recompensas en la vida eterna dependen de guardar o quebrantar (y enseñar) los mandamientos del Señor. (Mateo 5.17-22)
  • Y “la gran comisión” (de lo que se trata el ministerio y el magisterio cristiano) consiste exclusivamente en “enseñarle a los discipulados los mandamientos del Señor” (como Él dijo: “Enseñándoles a guardar todas las cosas que Yo les he mandado”). ¡Amén!

Espero que hayas aprendido algo. Perdón por no señalar un texto en cada señalamiento. Pero sepa que esto es teología extraída toda de las entrañas de las Escrituras. ¡Amén!

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