El precio de la traición

por: Pastor Samuel Nina (bosquejo del sermón)

Lucas 22:1-6

Lucas 22 nos marca el inicio de los eventos que llevaron a nuestro Señor a la crucifixión. Al menos empieza a relatarnos lo que ocurrió desde el jueves 14 de Nisán hasta el domingo en el cual Cristo resucitó.

Es evidente que el destinatario (Teófilo) o los destinatarios; no estaban muy familiarizados con las fiestas judías, pues Lucas hace la explicación de que la fiesta de los “panes sin levadura” era la Pascua. En verdad, dicha fiesta era celebrada cinco días consecutivos después de la Fiesta de la Pascua, lo que haya causado que, con el paso del tiempo, decir “La pascua” incluía también la fiesta de “Los panes sin levadura”

Aquella pascua era altamente preocupante para los dirigentes de Jerusalén.

48 Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación. 49 entonces Caifás, uno de ellos, sumo sacerdote aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada; 50 ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca. (Juan 11:48-50)

Había una preocupación por la reacción de los Romanos, en caso de que los Judíos se levantaran en armas en contra de dicho imperio. En el año 70 cuando el templo fue destruido, Flavio Josefo nos informa que había un millón de personas en Jerusalén, así que, imagínese un millón de personas en una huelga ¿Qué ejercito puede detenerlo?

A pesar de la conspiración, nuestro Señor comió con sus discípulos aquella cena el jueves 14 de Nisán, en la noche. Esa misma noche, Judas salió y conforme al trato que había hecho con las autoridades de entregar al Señor para ser asesinado, así lo hizo.

Si, Judas, aquel que durante tres años acompañó al Señor en su ministerio, un hombre de su confianza, le entregó.

Estas fueron sus palabras:

Mateo 26:15 dice: “¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Y ellos le asignaron treinta piezas de plata.

Esto para que su cumpla la profecía de Zacarías 11:13. 

“Y me dijo Jehová; Échalo al tesoro; ¡Hermoso precio con que me han apreciado! y tomé las treinta piezas de plata y las eché en la casa de Jehová al tesoro”.

Dios mismo dice cual fue el precio de aquella traición, sólo treinta piezas de plata, que ni siquiera fueron apreciadas, pues la pregunta de Judas parece indicar que por lo que le dieran la haría.

El ejemplo de Judas, en vez de sólo una crítica, nos llena de temor, pues Judas tuvo privilegios que ningún ser humano había tenido en su vida desde la fundación del mundo hasta sus días. El ver con sus ojos, tocar con sus manos al verbo de vida, a la vida misma, y, aun así, estar dispuesto a entregarlo. ¿Qué vio Judas?

Había escuchado todos los sermones de Jesús.

    Nadie, nunca había escuchado a un mejor predicador en toda su vida. Nadie había hablado como El. Ni Moisés, ni Elías, tenían el poder transformador de Su predicación. Lucas estuvo presente en el sermón del monte, en las disertaciones de Jesús, y vio como la gente se agolpaba para escuchar sus palabras de amor, de arrepentimiento, de vida eterna, de salvación, y a Judas le gustaba oír la palabra del maestro, pero su corazón estaba muy lejos de Él.

    Pero muchas de las parábolas y de las prédicas del Señor eran explicadas de manera particular a sus discípulos, así que, en las clases privadas del Señor, Judas estaba en la “escuela rabínica” más completa y más “cara” de toda la historia de la nación de Israel, pero no fue suficiente para él.

    Judas no podía quejarse del predicador, no podía decir que era un pastor aburrido su pastor, ni que siempre hablaba de lo mismo, que ya estaba cansado de escucharle, no, es que Judas, aunque estaba con el maestro de maestros, no le amaba y la palabra no le aprovechaba.

    Hebreos 4:2 “Pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron”.

    Lo primero que se requiere es fe en el Señor de la palabra y fe en la palabra del Señor. Hay que creer en el Señor y creer en su palabra, ambas cosas van unidas.

    Puedes venir y sentarte a escuchar hablar de Jesús, e igual que Judas, vender a Jesús Por lo que te quieran dar. Pero si crees a la Biblia y crees que Dios habla a través de ella, estarás en primera fila, para ser lavado, transformado, amado.

    Había visto los milagros de Jesús.

    Jesús no sanaba a uno hoy y a otro dentro de un mes, no. 

    Mateo 2:15 “Sabiendo esto Jesús, se apartó de allí, y le siguió mucha gente, y sanaba a todos. Y Lucas 6:19: “Y toda la gente procuraba tocarle, porque poder salía de Él y sanaba a todos”.

    Lo que significa que Jesús podía entrar a un hospital y sanar a todos los que estén enfermos, la gente hacia filas, amanecían fuera de la casa de Pedro para que les sanara, abrían los techos de las casas para bajar a los enfermos, no le dejaban tranquilo ni un instante, solo imagínese eso. Nicodemo tuvo que reconocer que “Ninguno puede hacer las señales que tú haces si no está Dios con él”, Judas vio la conversión del agua en vino, le vio caminar sobre las aguas, le vio resucitar al hijo de la viuda de Naín, le vio resucitar a Lázaro, también repartió los panes y los peces, pero fue capaz de decir: ¿Qué me quieren dar y yo se los entregare? Como si fuera robarse una tinaja, o un florero, como si fuera una cosa cualquiera, fue capaz de vender bien barato al Hijo de Dios. Las piezas ni siquiera eran de oro, eran de plata, un metal que no valía mucho, lo vendió barato.

    Los milagros confirman la palabra predicada, pero si Jesucristo es menospreciado, la palabra no le aprovecha al que la escucha, pues lo primero que se requiere es fe y amor a Cristo.

    Dio lugar a que Satanás entrara en él.

    Judas es culpable, pues Satanás anda como león rugiente, buscando a quien devorar.

     Nos dice Efesios 4:26: “No se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo”. El diablo puede tener influencia en ti, pero no separado de las circunstancias, el no opera solo, el opera usando tu naturaleza caída, pecaminosa, que se llena de odio o de envidia o de aborrecimiento y entonces, el diablo aprovecha esa oportunidad que tú le brindas, como se la brindó Judas.

    Caifás no sabía que hacer, pero cuando apareció este traicionero, nos dice Lucas que “se alegraron”. Oiga usted, una alegría maldita, la alegría de los criminales, se gozaron en la oportunidad servida en bandeja de plata. El diablo te usa si tú le das entrada, hay una responsabilidad en Judas, como la hay en nosotros cuando nos dejamos arrastrar por nuestras pasiones, no pienses que Satanás perderá la oportunidad, es un perro a la puerta de la cocina, es un gato que asecha la carne destapada, es un león que busca el cabrito débil, el que cojea, la víctima que no avanza, que se queda atrás y encuentra en ella la manera de entrar.

    ¿Qué me quieren dar?

    Fueron las palabras de Judas para vender a Jesús. Dejó que fueran ellos quienes le pusieran precio al Salvador.

    ¿Acaso es Judas el único que ha vendido al Señor por algunas monedas de plata?

    Pedro también traicionó al Señor, pero no por dinero, lo hizo gratis. Estaba Pedro bajo la presión del momento, y maldijo y negó a Cristo. Lloró amargamente, pero fue a su Señor y Salvador. Cristo le recibió, le restauró y puso en sus manos el ministerio de evangelizar el mundo de entonces en nombre de Él. Pedro llegó a sacar una espada, para defender a su Señor. Todos, en algún momento dado, no hemos sido leales al Señor y cual Judas, le hemos canjeado por poca cosa, por las baratijas de este mundo. Mas Él nos espera y nos invita a sentarnos junto a Él, a mirar sus heridas y a confiar en su sacrificio por nuestros pecados.

    A Judas le llamó “amigo”. Y por su mente y corazón debieron haber hecho eco las palabras del Salmo 55:12-14.

    “Porque no me afrentó un enemigo, lo cual habría soportado. Ni se alzó contra mi el que me aborrecía, porque me hubiera ocultado de él. Sino tú, hombre, al parecer intimo mío, mi guía y mi familiar, que juntos comunicábamos dulcemente los secretos, y andábamos en amistad en la casa de Dios”.

    Oremos.

    Amante señor, perdonador, perdónanos porque también muchas veces te hemos vendido, ni siquiera por piezas de oro, por piezas de plata que casi no valen nada… Cuantas veces también decimos: ¿Qué me quieren dar? Como si fuéramos mendigos y te entregamos a ti, pero gracias te damos porque nos abriste los ojos y pudimos ver la belleza de Cristo, de ese cordero amoroso que se entregó por nosotros para que tengamos vida eterna, gracias por Jesucristo, Él es nuestra única gloria, en Él mismo te oramos amén.

    El pastor Samuel Nina posee un Master en estudios teológicos del Southeastern Baptist Theological Seminary (SEBTS) y desde hace varios años pertenece al cuerpo de facultad del Seminario Teológico Bautista Dominicano (STEBD) enseñando las clases de Historia de la iglesia, Filosofía y Liderazgo. Es ingeniero industrial de profesión y pastorea la Iglesia Bautista Reformada Kurios de San Cristóbal, República Dominicana, lugar donde vive junto a su esposa Sonia.

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