Buscando la paz y la santidad.

Pastor Samuel Nina

En días pasados alguien hizo una pregunta que admito me he hecho varias veces. 

¿Cómo fue la transición del judaísmo al cristianismo? ¿En qué momento se dejaron de ofrecer sacrificios en el templo de Jerusalén, o en algún otro lugar? Si después de la destrucción del templo en el año setenta por Tito, hubo una segunda destrucción de Jerusalén en el año 132 por Adriano causada por la rebelión de Simón Bar Koshiba. ¿Qué hicieron los sacerdotes levitas en ese periodo de sesenta y dos años, en los cuales los judíos que habían huido a Nazaret y a ella retornaron a su ciudad? Si un judío aceptaba al Señor Jesucristo y quería volver a ofrecer sacrificios por sus pecados como carneros o tórtolas. ¿Podía hacerlo? a pesar de que ya Jesucristo pagó una sola vez por nuestros pecados. Es este el periodo de incertidumbre y confusión en el que vivieron Pablo, Pedro y los primeros cristianos helénicos y judíos. Cristianos judíos que pudieron haber pensado que podían volver atrás y hacer sacrificios levíticos como en el pasado.

Otros que miraban hacia atrás y veían la religión de su país, sus costumbres, sus raíces judías, su Pascua, sus fiestas solemnes, su sumo sacerdote, su Moisés, así como todos los personajes del Antiguo Testamento como David, Salomón, Jefté, Josué ¿No son ellos los héroes de la fe? Es una pregunta difícil de contestar y abundante de argumentar, pues la transición del judaísmo al cristianismo no fue en un día, sino que se tomó un tiempo, hasta que en Antioquía se nos llama por primera vez, “cristianos”.

El autor de la epístola a los hebreos es anónimo, muchos piensan que fue Pablo, pero no tiene su estilo en muchas partes, otros que Bernabé, otros como Lutero, que fue Apolos, pero no se sabe a ciencia cierta, quien la escribió. Lo cierto es que fue un judío, conocedor de un buen griego, de la Septuaginta, así como de las conexiones teológicas y proféticas entre el Antiguo Pacto y el Nuevo. De sus receptores se sabe mucho por la información que internamente contiene la epístola. Eran judíos probablemente de Roma (13:24) “Los de Italia os saludan”. No es de extrañar que fueran judíos perseguidos por Nerón, no como cristianos, sino como judíos, o quizás deportados por Claudio. Lo cierto es que estos judíos creyentes estaban en dos aguas, en dos orillas del mismo rio.

En el capítulo doce, el autor les insta a poner los ojos en Jesucristo, y a todos esos personajes del AT Los coloca como testigos, que hicieron por la fe proezas, pero estaban como una nube mirándonos correr a nosotros ahora con la ventaja para nosotros, de que nuestro Señor está en la meta, con los brazos abiertos, esperando a que lleguemos para abrazarnos como a niños y cargarnos en sus hombros.

Míralo a Él, para que no te canses porque Él te miró a ti para no cansarse siendo tu “el gozo puesto delante de Él”. ¿Por qué estos hermanos llegaron a pensar en abandonar la fe? Porque estaban siendo tentados a través de los padecimientos por causa del Señor. Ellos estaban “derrumbados”, desmotivados en su fe, veían el horizonte muy oscuro, de manera que el autor les motiva:

Entonces vemos que estaban “paralizados”, pero no estaban bien, sino que “cojeaban”, es decir que avanzaban, pero tirando un pie fuera del camino, y si tienen que corregir su manera “coja de avanzar”, debían comenzar por caminar por caminos que les sirvieran de terapia a su andar y fueran sanados de la dolencia de cojear, caminar sin rumbo fijo.

¿Cómo debe ser ese camino? Debe ser una senda recta, así los pies se adaptan a un movimiento cíclico constante, es un ejercicio de salud, es una terapia del alma.

Estos hermanos estaban enfermos en su andar, las aflicciones les habían cegado la perspectiva de la vida cristiana, así que el autor define con alta precisión la forma del camino. En primer lugar, hemos de mirar a Jesús constantemente, sin quitar nuestros ojos de Él. 

En segundo lugar, debemos construir sendas derechas para nuestros pies, es decir, andar sin muchos obstáculos. 

En tercer lugar, es necesario caminar con dos elementos básicos para nuestro avance que son la paz y la santidad. He aquí la manera en la cual hemos de vivir como cristianos en un mundo turbulento y cambiante.

1- Sigue y busca la paz:

¿Qué es la paz?

Relación de armonía entre las personas, sin enfrentamientos ni conflictos. Esa es la paz en contraposición a los conflictos, sin embargo, podemos estar sin conflictos y no tener paz, no sólo porque no hayamos hecho las paces con Dios, sino porque nuestra mente y corazón se encuentra perturbado.

Así que, para una mejor comprensión de la paz, hemos de dividir para distinguir la paz en su sentido general. Por lo pronto vemos que es el anhelo de nuestro Dios, que estemos en paz, que estemos tranquilos. De eso trata el sermón del monte al hablarnos de la ansiedad por lo que comeremos o beberemos. Lo que nos lleva a considerar que ni la falta de pan, ni la falta de salud, ni nada en este mundo debería quitarnos esa paz.

1-A. Paz para con Dios.

La principal fuente de guerras, ansiedades, inquietudes, infelicidades en la tierra, tiene como raíz la falta de paz con Dios. Si no tenemos esa paz, entonces nada nos puede dar tranquilidad y paz en este mundo caído.

Observa que la gente que vive en los países más ricos se han dedicado a vivir para los placeres, la ropa, los autos, las casas, la ostentación. Mire a Dubái, los autos de oro, los sanitarios de oro, las mascotas son leones o tigres blancos ¿Por qué? Porque están insatisfechos.

1-B: Paz para con todos los hombres.

Estos hermanos aún no habían muerto por causa del Señor, pues dice: “aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado”. De modo que toda aquella guerra, ocurría fuera de sus cuerpos, todo eran intrigas, acusaciones, palabras, pero no muertes. Hay guerras que podemos evitar, hay guerras que las causamos nosotros mismos por nuestra falta de prudencia, hay conflictos innecesarios, pero sin querer los causamos.

1-C : Paz para contigo mismo: ¿Cómo se logra esa paz? Viviendo en armonía con tu fe y tus convicciones cristianas. Tenemos una conciencia puesta por Dios.

2- Busca y sigue la santidad.

La santidad es el atributo divino por el cual no hay pecado en Dios y tampoco Dios se relaciona ni con el pecado ni con ninguna fuente que lo produzca. Es por esto que el autor nos dice. “sin la cual nadie verá al Señor”. Entonces la santidad es determinante para ser salvo, pero al mismo tiempo nos produce una tensión y es que nosotros somos y seremos pecadores mientras estemos en esta carne.

¿Cómo entonces podemos ser salvos, si en verdad no seremos santos? Cuando crees a Dios y en Dios, no sólo crees que existe, sino que El aborrece el pecado, y de alguna forma tú te arrepientes de tus pecados y empiezas a amar a Dios, no sólo porque existe y te creó, sino porque es Santo. En ese sentido entonces, aunque no eres santo, amas la santidad, aspiras a ella, la practicas y te esfuerzas por vivirla. No obstante, los cristianos somos santos en Cristo Jesús.

“Somos y somos llamados a ser lo que somos”. El autor de Hebreos menciona aquí, lo que los calvinistas reformados llamamos “textos de inflexión” pues parece contradecir dos de las doctrinas del Sínodo de Dort de 1619, en la cual se plantea la seguridad de salvación, la expiación limitada. Sin embargo, pocos libros hablan tanto de la suficiencia de Cristo en la cruz para salvarnos como Hebreos.

El punto aquí es que se puede poner en duda la salvación de algunos que viven y andan, y buscan y siguen el pecado. 

Hermanos, si alguno vive una vida sin santidad, apartándose de la fornicación, de la pornografía, de las estafas, de las mentiras, de la corrupción del alma, de la codicia, de la deshonra a los padres, de las deslealtades, del chisme, y se llena de raíz de amargura, que no se quede bajo la tierra, sino que brote, y sea una raíz venenosa, y como los profetas que estaban con Eliseo, recogieron arbustos venenosos y los echaron en la olla de la comida, alguno tenga esa raíz de amargura, que pueda contaminar a otros, o que ande desordenadamente con doble vida, le aseguro una cosa, usted no verá al Señor. Puede que usted sea un fiel asistente a la iglesia y lea la Biblia y ore y cante, pero si no está enamorado de la santidad de Dios, y su corazón no ama el ser santo, entonces estás aborreciendo la comunión con Dios.

Nuestro texto nos dice “Mirad bien” No te autoengañes, no te pongas una “curita” en una herida mortal, necesitas a Jesucristo, sigue la paz y la santidad, enfócate en ello, camina hacia Cristo, endereza tus pasos.

El pastor Samuel Nina posee un Master en estudios teológicos del Southeastern Baptist Theological Seminary (SEBTS) y desde hace varios años pertenece al cuerpo de facultad del Seminario Teológico Bautista Dominicano (STEBD) enseñando las clases de Historia de la iglesia, Filosofía y Liderazgo. Es ingeniero industrial de profesión y pastorea la Iglesia Bautista Reformada Kurios de San Cristóbal, República Dominicana, lugar donde vive junto a su esposa Sonia.

Samuel Nina

Pastor

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