Para qué murió y resucitó Cristo
Por: Juan C. de la Cruz
(En el cielo, volando en el 142 de Spirit, desde SD, RD hacia FLD, FL, el 29 de Enero del 2025, de 5:15 a 6:45 p.m.)

1 Corintios 15:16-19
[16] Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; [17] y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. [18] Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. [19] Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres.
Cristo, el Hijo de Dios, la razón de la existencia de cualquier tipo, murió y resucitó para “salvar a Su pueblo de sus pecados”.
Los pecadores dejan de ser pecadores para Dios -al estar en Cristo-; o sea, por la fe en su sangre. Hay muchísimos Textos de las Escrituras que explican esto; quizá ninguno tan explícito como Romanos 3.
Romanos, después de su introducción (que diserta sobre las credenciales de la fe cristiana 1.1-17), empieza a referir la desgracia humana (de gentiles y judíos igualmente), 1.18-3.20. Y la conclusión al final del recuento detallado de la nefasta y lamentable condición humana es que “todo hombre -sin Cristo- es totalmente pecador y depravado total” (Ro 3.9-20), por lo que “toda boca debe permanecer cerrada ante Dios” (Ro 3.19, 20).
Pero, inmediatamente después, el progreso de la narrativa teológica de Pablo en el citado libro se enfoca en la única solución al problema universal del hombre. Note Ud.:
Romanos 3.21-26:
“[21] Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; [22] la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, [23] por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, [24] siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, [25] a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, [26] con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús”.
O sea, a ley no funciona para justificar a nadie. Eso no vale la pena explicarlo aquí. Toda ley, incluyendo la divina, es un instrumento. Solo sirve para ordenar y regular la vida en sociedad (o en una comunidad de pecadores). Se trata de: Esto, aquello… y la paga por cumplir o incumplir. La ley es impersonal. El juez y las autoridades son personas.
La caída -en pecado- quitó la vida y la justicia o piedad a sus poseedores con su posteridad. Ese fue el decreto establecido por el Juez y Señor en el principio.
Por lo que -note Ud.- “ahora”, sin la ley… nos ha sido mostrada (presentada, manifestada) LA JUSTICIA DE DIOS (o sea, el plan de Dios para justificar a los injustos y pecadores); “LA JUSTICIA DE DIOS por medio de LA FE en JESUCRISTO”.
No que surgía un nuevo plan, Dios había revelado (atestiguado) su plan justiciero a/y por los profetas (antiguos); sino que, ahora se HA MANIFESTADO. El plan ya no es solo declarado (como se había declarado siempre), ahora SE MOSTRÓ (EN LA ENCARNACIÓN, VIDA, OBRA, MUERTE Y RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO). No solo “se anunciaba de nuevo” (a modo declarativo y de promesa), sino que “se nos manifestó”, se nos ilustró y consumó en la encarnación de Jesucristo. ¡Promesa materializada o cumplida!
De nuevo, la desgracia es universal “todos pecaron”. Y no solo que “todos somos pecadores”, sino que por tal despreciable y maldita condición “todos estamos destituidos -por naturaleza y decreto- de la gloria de Dios”. En otras palabras, a todos se nos ha echado e impedido volver al reino de la gloria de Cristo.
Pero, ¡Eureka! Dios tenía un plan de justificación, no universal, pero si global. Es decir, no para cada humano que haya jamás habido y habrá, sino para “una gran multitud entre ellos”: conforme a un plan de gracia, según Su elección. Es decir:
“La justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo”.
Por eso, la Palabra de fe que predicamos es esta:
“Que, si confiesas con tu boca QUE JESÚS ES SEÑOR, y CREES (ejerces fe) en tu corazón (mente y espíritu) QUE DIOS RESUCITÓ A JESÚS DE ENTRE LOS MUERTOS AL TERCER DÍA, serás SALVO”.
El CREER (tener o ejercer fe) EN JESÚS, QUE ÉL ES SEÑOR Y CRISTO, es el plan diseñado por Dios para justificar al pecador.
Así, “la justificación (del pecador) ES GRATUITA, es decir, POR SU GRACIA”. (v.24).
¿Por qué gratuita?
Porque es un regalo. El precio total (de la redención) lo pagó CRISTO. (v.24)
“Siendo justificados gratuitamente por Su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús”. (Ro 3.24)
Fue precisamente esa la manifestación y el plan que, de nuevo, no era nuevo en cuanto a plan (era eterno); pero sí era nuevo en cuanto a manifestación. O sea, Cristo (el eterno Hijo de Dios) apareció en cuerpo de carne, siendo Él “a quien Dios puso como propiciación (objeto y sustancia requerida por Dios) por medio de la fe en su sangre, paramanifestar Su justicia…”. (Ro 3.25)
O sea, “Su sangre” implica que CRISTO FUE SACRIFICIO INMOLADO O ASESINADO… Y también hace alusión a la sustancia que se debe rociar en el propiciatorio (la tapa del arca del pacto). El mismo precio de siempre “la sangre del sacrificio o cordero a ser matado”; pero no “un cordero” (o muchos corderos), sino “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.
¿Todavía estás en tus pecados?
Sin ánimo de un reclamo injusto, hombre de Dios: tú has sido -no que serás- justificado gratuitamente por la sangre de Jesús; también has sido -no que serás- perdonado y lavado de tus pecados; y podría seguir con la lista del nuevo estatus y sus beneficios obtenidos en esta gracia aquí y ahora, los que Dios ha imputado a sus redimidos, acorde a la narrativa bíblica.
Pero, volviendo a la declaración ofrecida en el título y apelando al Texto de 1 Co. 15 citado arriba, te pregunto:
¿Por qué y para qué murió Cristo?
¿No fue acaso para salvar a pecadores?
Te pregunto entonces:
¿Quiénes todavía están en sus pecados? ¿Los redimidos? ¿Los creyentes? ¿Los santificados? ¿Los seguidores del Cordero? Ciertamente no ellos, porque:
“Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; todavía estáis en vuestros pecados”.
Querido lector cristiano, los que seguimos al Cordero no solo hemos sido declarados justos por la boca de Dios, sino que también “hemos sido rociados y purificados con la sangre del Cordero”. Y por eso (Ro 5.1-5) Dios nos ha dado -de verdad- Su Espíritu y ha derramado Su amor en nuestros corazones.
Dios no solo te ve justo, te ha justificado por la fe en Jesucristo. Ha hecho Él una imputación de la justicia de Cristo, ha cubierto el propiciatorio del lugar santísimo con la sangre de Cristo, por las manos del Sumo Pontífice “Cristo”, y logrado eterna redención para ti. Amado, no se trata de algo por suceder, sino de algo ya sucedido.
No eres perfecto todavía, no has alcanzado todavía aquello para lo cual fuiste alcanzado, no porque el rociamiento de la sangre fuera imperfecta o parcial o en grado. No, el rociamiento de la propiciación nuestra, tanto como la redención fueron totales y consumadas. De hecho, completamente aplicada. La todavía imperfección no es porque hubo parcialidad o grado en la paga, sino porque:
- El cuerpo de muerte (que debe ir a corrupción) no se nos ha quitado todavía. Y ese cuerpo de muerte es un componente que imposibilita una perfección integral -es mortecino-. Y aunque eso no me impide ni agradar a Dios en todo si quiero, ni vivir en santa y piadosa manera de vivir; si es mi cuerpo “corruptible y mortal”, que imposibilita la perfección todavía. Pero eso será transformado en la regeneración.
- El Espíritu se nos ha dado, pero como un adelanto, no en la plenitud que tendremos en la regeneración final. Para los fines de lugar, la pureza y la santidad no sufren grados. O eres o no santo. Por lo que debes tener cuidado cuando piensas en lo que significa la imperfección y la piedad. Estas gracias no son como la fe, que sí sufre grado “puede ser pequeña o grande”; pero, aun así, la fe, por pequeña que sea, si es salvadora, salva.
- Los recursos que tenemos, todos, salvadores o naturales, proceden del Padre de las luces -sin excepción. La vida, la utilidad, la gracia, la fe, el amor, la esperanza, la redención, la tierra, el cielo… todo.
¿Por qué es que la justificación es gratuita?
Ya lo preguntaste arriba. Pero a mí no me es molesto el repetiros las mismas cosas una y otra vez. La redención es gratuita:
- Porque viene de Dios (en plan y manifestación).
- Porque todo el costo lo pagó Cristo en el madero.
- Porque todo don perfecto “la fe, el amor, la gracia” viene de Dios.
- Porque tú que la recibiste no valías nada en lo absoluto. O sea, eras una mota de polvo, insignificante, una completa ruina sin Cristo. O sea, no tenías ni un centavo que aportar a tu redención. ¡Nada, por no decir como el Salmista: “menos que nada”! Tú eras menos que nada. ¿Qué podías aportar? ¿Tú fe? Tonto, “no hay quien busque a Dios, no hay ni siquiera uno; todos se desviaron a una haciéndose inútiles”. Debes creer con la fe salvadora, la que da el Espíritu, no la perversa fe que trajiste de fábrica que se apega a la idolatría y el orgullo. Tú estabas -sin Cristo- muerto y ajeno a los pactos, al culto y a las promesas; sin Dios y sin Cristo: ¿qué fe tenías? ¿La de los demonios?
¡Es gratuito!, es todo en esta fe.

Juan Carlos de la Cruz Nació de nuevo cuando tuvo 10 años; si bien confiesa que se reconvirtió varias veces en su juventud temprana. Está casado con la doctora en medicina, teóloga, músico y maestra Anabel Santos. La pareja ha procreado dos hijos, Christ y Carlos (adolescentes ahora). Juan, además ha sido Pastor Bautista por mas de dos décadas (ver www.facebook.com/ibnjrd). Además de ingeniero químico, Juan es teólogo, ostentando múltiples maestrías en los campos de Ciencia y Teología, incluyendo un doctorado en Filosofía (PhD). Juan ha trabajado en diversos campos, es un escritor de profusa pluma, con unos 20 ‘libros’ publicados hasta ahora (en varias editoriales), decenas de ‘artículos profesionales’ (en múltiples plataformas y revistas), y más de ‘artículos de opiniones’ en periódicos y páginas diversas.