Alabemos a Yæhovah por Sus magníficas obras
Por: Juan C. de la Cruz

¡Halelu-YaH!
¡Alabemos a YeHoVaH!, hay demasiadas razones.
Los salmos 111-118 son una serie de salmos anónimos que aparentemente persiguen un mismo propósito, a saber, que tú y yo alabemos al Señor y entendamos concretamente las razones de tal encomienda.
Vamos a notar en ellos que se repete la frase: ¡Halelu-Yah! 111.1; 112.1; 113.1, 9; el 14 no lo expresa, pero es muy fácil notar que el Salmo 14 es una continuidad del 113 en sí; 115.18; 116.19; 117-118. Algunas versiones pasan el último Halelu-Yah al final del Salmo 13 (como parece estar en el original) al 114 (para hacer coincidir el Halelu-Yah a cada salmo excepto el 118. Pero no es necesario hacer eso. Lo cierto es que este conjunto de 8 salmos guarda una unidad y pretende comunicar con detalle las razones por las que es bueno, agradable, sabio, etc., Alabar a YeHoVaH (Halelu-Yah).
El Salmo 11 es un cántico de exaltación y elogio a los cuatro tipos de obras de YeHoVaH (como veremos hoy).
El Salmo 112 es otra invocación a la alabanza como resultado de las bendiciones que caracterizan a aquellos que temen a YeHoVaH, que se muestra en “el deleite de los tales en los mandamientos del Señor”; claro, en amplio contraste (en la cadencia del Salmo) con el fin funesto de los impíos. El temeroso de Dios tendrá un presente glorioso y permanecerá en memoria eterna, y no resbalará jamás (v.6).
El Salmo 113, convoca a la alabanza continua, sin cesar de YeHoVaH, por el evidente beneficio de exaltación que ha recibido el justo, a quien Dios ha sacado del muladar y la ha puesto en lugar alto y espacioso. El Salmo 114 es una ilustración del 113 con el caso de Israel, a quien Dios sacó del muladar y la esclavitud de Egipto y lo coronó a Judá como el Santuario de YeHoVaH.
El salmo 115 inicia con un ruego del salmista implorándole a Dios que se gloríe a Sí mismo: “A Tu propio nombre da gloria”; como para introducir el abismo comparativo, que resulta en un ridículo, comparar a YHWH con los dioses de los pueblos paganos. Aquellos son creación del ingenio y la artística humana, chapado a la humana, es decir, una completa vanidad, si lo quiere en un término popular, una porquería, una completa basura. En un sentido amarra temáticamente con los dos salmos anteriores.
El Salmo 116 termina con la convocatoria a la alabanza “El Halelu-Yah”, pero inicia con una declaración del piadoso: “Amo a YeHoVaH”; pues se trata de una declaración de afectos profundos al Señor de parte del salmista porque YeHoVaH ha estado presente en todo momento, incluso en el momento de la muerte (a observación del Salmista), por lo que el Salmista resuelve ofrecer sacrificios y cumplir sus compromisos (sus votos) a YeHoVaH.
El salmo 117 es una convocatoria a todos los pueblos a: ¡Halelu-Yah!
Y el 118, el último de esta serie de anónimos Halelu-Yah es una práctica coral a la acción de gracias y la alabanza a YHWH por parte de Su pueblo, modelando a los pueblos como se hace. Este salmo 118 ilustra perfectamente la alabanza en la práctica, como se anunció en los anteriores y se invocó abiertamente en el 117; además, amarra perfectamente también con el Salmo 150.
I. LA RAZÓN PRINCIPAL DE TODA CREACIÓN –INCLUYÉNDONOS– ES PARA LA ALABANZA A DIOS
¡HaLeLu-YaH!
En el Salmo 111.1 se establece:
יְהוִה יָדָה הַלְלוּיָהּ
Halelu-YaH ‘yadah YHVH
¡Halelu-YaH! Te agradezco (imperf.) YHVH de todo corazón.
En compañía y congregación de los justos.
Aleluya (Lit. Halelu-YaH), es una interjección (una palabra o expresión que, pronunciada en tono exclamativo, expresa por sí sola un estado de ánimo o capta la atención del oyente; se escriben entre signos de admiración) titular que acompaña a cada Salmo en esta sección (111-118), excepto al Salmo 118. Es “una convocatoria a la alabanza a YæHoVaH”. Es un: ¡Alaba a Dios!, o ¡Exaltemos a YaH [corto para YaHoVaH! O ¡Alabado sea Cristo! Eso es aleluya. Lit. [Con enfática expresión]:
¡Halelu-YaH!
¡Alabado sea YæHoVaH!
¡Exaltemos el nombre del Señor nuestro Dios!
¡Halelu-YaH!
Debe pronunciarse fuerte y jubilosamente:
¡Halelu-YaH!
El anónimo salmista del Salmo 111, en el v. 1 nos convida a que: ¡Exaltemos el nombre de nuestro Dios, a saber, YæHoVaH… equivalente a Jesús (en Heb. YeHoShua, es decir Josué o YoSHua); y a que le elevemos acciones de gracias (que seamos agradecidos expresamente) de todo corazón!
Es un mandato a la alabanza y al agradecimiento a nuestro Gran Dios con todas las fuerzas de nuestro ser (el corazón). Y a que lo hagamos, no en privado (aunque también en ese contexto), sino en la compañía y la congregación de los santos.
Es un llamado a la iglesia o congregación a la alabanza pública a YæHoVaH (Jesucristo).
Los creyentes rendimos cultos a Dios porque ese es su mandato y su deseo. Y ese culto no ha de ser en oculto, sino público, a voz en cuello, cantando con júbilo y acciones de gracias a la Roca de nuestra salvación. Todo culto bíblico y correcto (por supuesto, en condiciones ideales) contendrá una buena dosis de Alabanza (con recursos poéticos y lírica), una buena dosis de ruegos y exclamaciones públicas, tanto como una buena dosis de proclamación de la verdad, del pacto y de los juicios de Dios. Pero, el gran propósito de toda acción y determinación humana ha de ser doxológico, dígase: “Para la alabanza de la gloria de Su gracia”, por la cual hemos sido aceptados en El Amado (Cristo).
Nada de lo que se hace en una iglesia verdadera de Cristo es inventado, o al menos nada debe ser inventado. Todo está precisa y detalladamente pautado en EL MANUAL DE ADORACIÓN DEL REINO DE CRISTO.
Y, ¡ay, ay, ay!… si osásemos cantar a algo o alguien que no sea al Señor en Su culto y Su casa… ¡Ay, ay, ay!… el mandato es: ¡Adora a Dios!: “Al Señor tu Dios adorarás y a Él solo servirás!” No se nos ocurra invocar, cantar, exaltar, adorar, loar, proclamar algún Dios ajeno; o predicar otro evangelio. ¡Ay, ay, ay de nosotros si tal hiciéramos! En los cultos no debemos cantar a las madres, o a alguien que cumple años, etc. Hay otros espacios donde el pueblo de Dios puede hacer fiestas personales, pero nunca tal se haga en el contexto de un culto al Señor; eso es profanación y sacrilegio que el Señor nunca dejará sin debidas y funestas consecuencias: ¡A qué le atribuye Ud. la general decadencia de las denominaciones clásicas en Occidente! Ni no toda, déjele una gran cuota a las intromisiones de elementos extraños en el culto a Dios. Por ejemplo, las estatuas en Roma son un símbolo evidente de abandono total divino de esa fe.
¡Nunca tal nos suceda! Como bien establece el Salmo 115.1:
“¡No a nosotros, oh YæHoVaH,
A tu nombre Da gloria!”
En lo que a nosotros respecta, hemos de hacer resonar con fuerte y viva voz por los cuatro vientos:
¡Halelu-YaH!
¡Alabado sea YæHoVaH!
¡Exaltemos el nombre del Señor nuestro Dios!
¿Alabado sea Jesús!
II. UNA DESCRIPCIÓN DE LAS SORPRENDENTES OBRAS DE YHVH
El Salmo 111 se concentra en describir y ponderar las obras de YæHoVaH y nos conduce a considerar tales obras como “razones por las cuales alabar al Señor”. Es decir, YæHoVaH nuestro Dios (ese es su nombre), si quieres, Jesús, debe ser adorado por sus hechos, la mayoría de los cuales son descritos en los versículos a continuación:
2 Grandes son LAS OBRAS DE YHVH.
Buscadas de todos aquellos que las estiman.
3 Majestuosa y gloriosa (es) Su obra;
Y Su justicia establecida por siempre.
4 Ha hecho memorables (sig. dignas de memoria) Sus maravillas.
Clemente y misericordioso (es) YHVH.
5 Ha dado alimento a los que Lo temen.
Por siempre recordaría SU PACTO.
6 Poderosas SUS OBRAS que declaró a Su pueblo,
Para darles en heredad los pueblos (alt. gentiles).
7 LAS OBRAS DE SUS MANOS, VERDAD y JUICIO;
FIELES (lit. para ser creídos; sostenidos; establecidos) (son) TODOS SUS MANDAMIENTOS.
8 Afirmados eternamente y para siempre;
Hechos en VERDAD y RECTITUD.
9 REDENCIÓN ha enviado a Su pueblo;
Para siempre ha mandado SU PACTO;
Santo y temido (es) Su nombre.
Lo que notamos en esta descripción poética lírica sobre LAS OBRAS DE YæHoVaH es que:
A. Las obras de Dios son de tres clases, tipos o naturalezas
Las obras de Dios son de tres tipos en cuanto a su origen y naturaleza, a saber: (1) físicas (tangibles), (2) espirituales (alma, espíritu) y (3) declarativas (mandamientos, declaraciones, dichos, pactos, etc.). Usted notará que el salmista no hace regia o marcada distinción entre una y otra. Por otra parte, nuestro salmo asume las obras espirituales. En este sentido notamos cuatro cosas:
Primero, son grandiosas y poderosas, maravillosas, memorables, firmes, fieles, justas y verdaderas, etc. Es decir, no hay ninguna realidad existencial (cosa o declaración divinas) ridículo, insignificantes, inservibles, irrelevantes, etc.
Si miramos una yerba, una flor silvestre, una cucaracha o un simple mime, no debemos ver simpleza ni despropósito en ellas. ¿Ha contemplado Ud. la hermosura y la complejidad impresionante de una libélula, o de una frágil mariposita, hasta de una baita? No hay forma de imitarlas, recrearlas, ni de crear nada semejante en funciones y utilidad. Un artista podría pintar un clavel e impresionar la vista, pero: ¿podría darle vida y hacer que expida su embriagante y agradable aroma? Quizás encuentres a un camaleón feo a la vista, pero: ¿en serio, has visto la complejidad de sus colores, su extraña piel, sus diminutos colmillos y el extraño movimiento de sus ojos? ¿Lo has visto salir de un huevecillo diminuto tan tierno y ver cómo crece, cómo se alimenta de diminutos insectos, etc., y cómo depende de la providencia también para sobrevivir al ambiente y los depredadores? ¿No se trata de magia y asombro al final?
¡Todas las obras de YæHoVaH son poderosas! Son todas asombrosas, inimitables, abruman, levantan pasiones; deben ser contempladas, estudiadas, saboreadas, degustadas, y así y así. ¡La biología es asombrosa! ¿Y qué decir de la astronomía, la física nuclear, etc.?
Segundo, que YæHoVaH las estableció a modo de SU PACTO, es decir, los hechos de Dios, han sido y son una firme determinación Suya, son inamovibles, son perpetuas y fueron por Su voluntad.
¿Por qué Dios hizo al mundo? ¿Tuvo Dios alguna necesidad de hacerlo? ¿No existió el Señor nuestro Dios trillones infinitos de edades antes del principio? ¿No es acaso Él suficiente, autosatisfecho y completo en Sí mismo? ¡Sí! a todo lo preguntado y a mucho más. Pero no debemos concebir al Dios nuestro a parte de sus planes y propósitos eternos. Aunque Dios existió solo en la eternidad pasada, antes del principio, tuvo en su plan eterno la creación para su gloria, tanto como la redención tuya y de millares de millares para su gloria. Lo que tenemos al frente nuestro (la materia ordenada, la creación visible) es un despliegue paulatino de las bondades y portentosas obras de Dios. Nada ha sido accidental. Todo estuvo en Su eterno propósito y plan, aunque nosotros apenas alcancemos a comprender migajas de esto.
Dios ha existido siempre, sus obras no. Es como los dichos de Dios (descritos a menudo como obras suyas, en igual categoría en un sentido), quizás no fueron pronunciados en la eternidad antes de la creación, pero eran con Dios en Su SER. Sus declaraciones, los términos de Su Pacto, algún mandato específico no se le ocurrió a Dios dada la necesidad… ¡Jamás! Lo que sería hecho y dicho, sus obras, Su Pacto, sus estatutos y decretos, eran con Dios en su mente eterna antes que fuesen y han ido siendo hechas y ejecutadas exactamente cual serían.
¿No son acaso grandiosas, asombrosas y verdaderas las obras de Dios?
Tercero, que algunas de las obras de YHVH fueron hechas (y se trata de cosas salidas de sus manos, realidades concretas). Por ejemplo: dar alimento a Su pueblo, dar en heredad las naciones a Su pueblo… Traer a la existencia los recursos miles… etc., realidades concretas. Piense en cuando la gallina pone el huevo que sacará el pollito que crecerá, el que Ud., almorzará cocido. Una creación de Dios en el tiempo… por su decreto y ordenanza, para Su gloria y para tú beneficio.
Cuarto, que en el mismo orden, otras obras de YHVH fueron cosas declaradas y mandadas (mandamientos, declaraciones, dogmas, actos, etc.), es decir, obras blandas, que tienen que ver con el entendimiento y la comprensión; si se quiere, son del orden metafísico no especulativo; pero fueron declaradas por Dios, luego de haber estado eternamente en su mente y su plan (Salmo 33; 139); y son tan reales como aquellas cosas concretas que podemos percibir, sea por ver, oler, sentir, gustar, etc. Esto es un poco complicado de ilustrar. Pero los dichos de Dios (mandatos, doctrinas, declaraciones, etc.) son tan reales, justos y verdaderos como Sus portentos palpables.
Ilustremos las obras blandas o declarativas de Dios con la facultad vuestra de amar.
Usted puede comer arroz o frutas y beber agua. Eso es una realidad irrefutable. Puede ser demostrada en cualquier momento.
Ahora, ¿puede Ud. amar? ¿Puede ese amor que Ud. tiene, digamos, por su perro o por su hermano o madre ser demostrado? ¡Claro! Pero recuerde que ese amor puede ser mostrado cuando el objeto al que Ud. ama es concreto.
Vayamos un poco más lejos con esta ilustración. ¿Puede Ud. Amar algo imaginario, digamos un proyecto que no existe aún, o algún artefacto o algún personaje de una historia ficticia, como a Super Man o al Hombre Arañas, etc.? ¡No hay dudas que se puede! Esto demuestra que algo mental y declarado es real, muy real.
Para no desperdiciar esta ilustración, nosotros podemos amar a Dios a quien nunca hemos visto, del cual sabemos porque está escrito en un libro o alguien nos habló de Él. Y ese amor por Dios puede ser tan concreto e intenso que puede superar el amor por cualquier persona y objeto palpable. Usted puede hablar de Dios y estar persuadido de Su realidad existencial, aunque nunca haya sentido nada, ni haya visto nada, ni olido o escuchado nada espiritual, ni saboreado ninguna cosa del cielo en sí. Con esto no quiero decir que las experiencias espirituales sean imposibles; pero quiero asegurarme de que Ud. entiende que Dios puede ser creído y amado, aunque nunca tenga experiencia sensorial alguna. Se trata de realidades no físicas, como las declaraciones, los dichos, etc. Pero son reales.
De nuevo, observemos que el salmista y los poetas inspirados no hacen distinción rígida entre las obras de un tipo y las de otro, entre las físicas y las metafísicas, las que se ven y las que son declaraciones; más bien las considera como “las obras y los hechos de YHVH”. Encima de es, asumen la realidad anímica de los seres creados (alma humana, ángeles). Esto es un poco complicado de digerir en el pensamiento occidental. Pero las realidades son de esos ordenes; de los órdenes, tangibles e intangibles. Y las realidades personales, entiéndase o no, giran en torno a esas cosas. Los filósofos griegos se enredaron en discusiones vanas respecto a estas cosas. No supieron discernir la cuestión (¡claro, lo se! El hombre natural no entiende las cosas espirituales -verdaderas: 1 Corintios 2.7-14).
Lo sobresaliente aquí es que a ambos tipos de actos los salmistas en sus poemas inspirados les imprimen el sentido concreto de grandeza, admiración, poder, fidelidad, justicia, veracidad, etc.
Fungen un poco como la realidad del ser humano, con las que pueden ser ilustradas. El ser humano es una realidad tangible (que puede ser percibida por los sentidos), pero al mismo tiempo es una realidad anímica con las facultades blanda del ser, intangible, que solo puede ser declarada, entendida y gustada en la región del entendimiento y de los afectos.
B. En su ejecución, las obras de Dios son de cinco categorías (el Salmo 111 declara cuatro de ellas)
En su naturaleza las obras de Dios son tangibles e intangibles, físicas y metafísicas, plasmadas y expresadas.
Ahora bien, en cuanto a su ejecución, las Escrituras, nos refiere cuatro clases de ejecuciones de los hechos y las obras de Dios (ver p. ej. El Salmo 111):
- Las creadas tangibles, a las que se les puede aplicar las categorías de Aristóteles (sustancia, forma, lugar, momento, dimensión, peso, locación, color, etc.), las que podemos percibir por los sentidos.
- Y las obras declarativas, sus preceptos, mandamientos, ordenanzas, el pacto, etc.
Claro, estas obras presuponen el entendimiento, la facultad ulterior de las personas, las que poseen espíritu o alma. Aquí se asume la existencia de la espiritualidad del ser, igual que la ausencia material divina per se. O sea, sólo los seres personales, que son espirituales (Dios, ángeles y demonios y seres humanos) poseen esta capacidad declarativa. Las declaraciones de las criaturas quedan en nada más que eso; pero las declaraciones de Dios son PACTOS o LEYES y ESTATUTOS en sí mismas. La Palabra de Dios es una obra exaltada. Y las obras declaradas de Dios apuntan a dos otros tipos de obras o actos por ejecutar de Dios.
- Hay una tercera obra divina en materia de sus ejecuciones, es decir, sus juicios (v. 7). Esta obra asume las anteriores. O sea, se ejecutan en y sobre la creación; y son en base a los dichos, leyes y establecimientos de Dios. Los juicios de Dios son literalmente, los veredictos y sentencias a ser ejecutadas sobre sus criaturas morales (Ud., yo, aquellos, los ángeles) en pago a la obediencia o no de estos a los decretos o mandamientos divinos. Hay juicios regulares de Dios que gobierna como Juez justo, así individuales, así de grupos. Y habrá un juicio definitivo al final de la historia para retribuir a cada quien según sus actos (este juicio final será el clímax de los juicios de Dios, el gran juicio final). Este juicio será para todo ser moral (personal) que haya existido y exista jamás, exceptuando al Juez mismo.
- Y la otra clase de obra de Dios, que el ejecuta solo sobre los hombres, pero no a todos, sino a los que el quiere porque es una obra de gracia, que involucra solo a Sus escogidos, es la obra de redención (v. 9). Esta obra excluye a los ángeles. Es una operación divina de rescate, de regeneración (nueva creación), de salvación (por cierto, salvación del justo juicio de condenación de los hombres), de liberación del pecado y las tinieblas, etc. Las tres obras anteriores apuntan a toda criatura racional, inteligente o personal que Dios ha creado, crea y creará (ángeles y seres humanos). Y esta cuarta obra de gracia, la redención, Dios la ha ejecutado, ejecuta y ejecutará sólo sobre ciertos hombres y mujeres a los que Él ha querido que sean parte de su pueblo santo. Esta cuarta obra de ejecución divina libra a los escogidos, no de los juicios cotidianos de la administración justiciera divina, sino del juicio eterno de condenación que el Señor dictará sobre todos los ángeles caídos y sobre todos los hombres no escogidos.
Los cuatro tipos de obras divinas que pueden ser ejecutadas (de nuevo, asumiendo la espiritualidad, que sería la 5ta. clase de obra, no atendiendo al orden; porque existen los ángeles, que son seres reales, pero no perceptibles en este tramo o región existencial), pueden ser (en su justa ponderación y limitantes) obradas por las criaturas personales (atendiendo al peso o valor de esas criaturas). Las criaturas (al menos los seres humanos) podemos: (1) Crear cosas (no de la nada ni por nuestra declaración, eso es único y exclusivo de Dios), pero podemos hacer cosas, un muñeco de trapo o de plástico, un artefacto u objeto útil, etc. (pero no podemos integrar espíritu o aliento de vida en ellas); (2) declarar cosas, sólo que no tienen el poder y la autoridad que las de Dios; (3) ejecutar juicios y sentencias (de criaturas) como es obvio (que incluye hasta matar); y también podemos, (4) redimir a un esclavoen términos de criatura y rescatar o salvar a sujetos, objetos y cosas de perecer. Es precisamente por lo que hagamos en estos sentidos, atendiendo a la motivación, si justa u orgullosa, etc., que entonces somos y seremos juzgados por Dios. No debemos quedarnos inactivos ni en nuestras ejecuciones ni en nuestros pensamientos. Tenemos deberes. Debemos movernos en inteligencia, justicia y verdad. La inteligencia o el buen juicio aquí (como establece el Salmo en cuestión aquí) es precisamente TEMER A DIOS y GUARDAR SUS MANDAMIENTOS.
- Los seres racionales.
Aunque los hombres somos tangibles (poseemos un cuerpo), en realidad también somo intangibles, pues en el alma (y/o espíritu) residen las facultades del ser, dígase del habla, la razón, la capacidad afectiva (se denomina a esta naturaleza alma, ser o espíritu) y la voluntad. Los ángeles (y demonios) son seres espirituales, o sea, no tangibles. Son racionales y tienen razón y comprensión, tanto como que pueden asumir órganos (cuerpos) y facultades (p. ej., de hablar, esgrimir espada, etc.); no se si tienen la capacidad de muestra afectos, y si los muestran, qué tipo de afectos. Hay muchas cosas de la naturaleza angelical que no sabemos porque Dios no nos la declaró. Aunque suelen aparecer por ahí ciertos expertos en angelogía. Lo cierto es que cualquier cosa que se diga del reino angelical, aparte de lo establecido en las Escrituras, es esotérico y del todo especulativo y pertenece al renglón ocultista. Hay algunos carismáticos, gnósticos, etc., quienes pretenden saber otros asuntos sobre los ángeles. Pero eso es esoterismo y especulación. Nuestro texto da por sentado este renglón de las obras divinas.
C. El hecho de conocer bien las obras de Dios debe conducirnos a la verdadera alabanza al Señor (que es lo mismo que decir que teles cosas tienen una finalidad doxológica).
Las obras de Dios están concretamente establecidas y definidas. Dios se ha ocupado de que tengamos todos los detalles y suficientes ejemplos e ilustraciones de sus portentosos hechos. Y debido a que todas son realidades fieles, justas, grandiosas, maravillosas, portentosas, poderosas (tales atributos se extienden al infinito), los hombres estamos mandados a admirar, gustar, escudriñar, entender, maravillarnos, creer, obedecer, imitar, guardar, etc., tales obras de Dios, de hecho, a igual valor verdadero. No cometamos el fatal error de despreciar una en competencia con la otra. Ese es el grave error de la filosofía y de toda falsa religión. Tal como la palabra de Dios es verdadera, justa, fiel, etc.; así lo son las realidades materiales del universo… son tan justas, fieles, verdaderas y grandiosas como las otras. No las enjuicies como menores. Eso es pecaminoso. Los platónicos, neoplatónicos, gnósticos, los estoicos, las diversas filosofías y religiones orientales y muchos místicos han errado en esto. Consideraron mala la materia y bueno lo metafísico o lo intangible, el alma, etc. Y, en su defecto, superior lo uno y deprimente lo otro.
Entonces, ¿cómo hemos de obrar en el sentido de las facultades del alma, lo metafísico si se quiere (no en el sentido especulativo, sino real), sin realidades tangibles y concretas sobre las cuales obrar. En términos bíblicos: ¿Cómo puedo yo decir que amo a Dios a quien nunca he visto, si aborrezco al hermano a quien veo? O ¿Cómo puedo yo decir que tengo fe sin obras?; o sea, ¿cómo me atrevería yo a ser tan cínico e hipócrita declarando que tengo fe en Dios, si vivo ajeno a mi prójimo? Eso es una estupidez mayúscula. O sea, aquí debemos entender que, en el fondo, es imposible, digamos, guardar sus mandamientos firmes, justos, fieles y verdaderos, maravillosos, poderosos, etc., sin realidades donde aplicarlos. Y Dios se ocupó de que no hubiera competencia entre nuestros deberes para con Él y nuestros deberes para con nuestro prójimo. Amar a mi cónyuge no compite con amar a Cristo. Amar a Dios es congruente con amar su creación. Amar su palabra es precisamente lo mismo que amar lo justo, decoroso, bueno, verdadero, etc. De ahí, por ejemplo, el mandato deber p. ej. de “amar a mi cónyuge como Cristo amó Su iglesia”. El amor (que es y procede de Dios) no compite por objetos ni discrimina; es una posesión y condición.
Usted no debe, digamos, amar en el vacío existencial (digo, aunque esto puede ser hecho, quien lo hace es un niño -que cree que las historietas y sus personajes son reales; o un loco, con un profundo desequilibrio mental, algo Quijotesco, como en la zaga de Miguel de Cervantes). Para amar, usted necesita una cosa que amar, tanto como la habilidad de amar. Lo mismo para odiar. Y, cierto, esa cosa amada puede ser tangible o intangible, pero necesita una cosa que amar. ¡Ojalá que ese objeto intangible que Ud. ama sea sólo Dios! Aunque Dios quiso dejar de ser intangible en la persona del Hijo, Jesucristo; si bien este por ahora está en Su Gloria, siendo invisible entre nosotros. O sea, ¿cómo podría alguien honrar a sus padres si no tiene padres? Y un ser humano por definición no podría llegar a ser sin padres, pero alguien puede llegar a no tener padres por diversas razones. En pocas palabras, los mandamientos de Dios, del tipo declarativos (intangibles), los que orbitan en la región del entendimiento, que no son especulativos (como puede ser demostrado), necesitarán sí y solo sí de los agentes de lugar en quienes aplicar tales mandamientos o declaraciones.
De ahí que: tanto el mandamiento como los objetos del mandamiento sean de similar valor. Ambos son actos de Dios, uno de creación (declaración y ejecución), otro solo del tipo declarativo. Las ejecuciones EN JUICIOS y EN REDENCIÓN siguen en ejecución constante, y seguirán siendo visiblemente ejecutadas por Dios y experimentadas por nosotros.
En el mismo orden: ¿Podría acaso alguien amar a Dios si no hubiera Dios? ¿Puede alguien robar si no hubiera cosa que robar y a quien robarlas? ¿Cuál entonces de tales realidades es más verdadera? Son ambas verdaderas.
CONCLUSIÓN
Escuche conmigo al Salmista inspirado resonar:
2 Grandes son LAS OBRAS DE YHVH.
Buscadas de todos aquellos que las estiman.
3 Majestuosa y gloriosa (es) Su obra;
Y Su justicia establecida por siempre.
4 Ha hecho memorables (sig. dignas de memoria) Sus maravillas.
Clemente y misericordioso (es) YHVH.
5 Ha dado alimento a los que Lo temen.
Por siempre recordaría SU PACTO.
6 Poderosas SUS OBRAS que declaró a Su pueblo,
Para darles en heredad los pueblos (alt. gentiles).
7 LAS OBRAS DE SUS MANOS, VERDAD y JUICIO;
FIELES (lit. para de ser creídos; sostenidos; establecidos) (son) TODOS SUS MANDAMIENTOS.
8 Afirmados eternamente y para siempre;
Hechos en VERDAD y RECTITUD.
9 REDENCIÓN ha enviado a Su pueblo;
Para siempre ha mandado SU PACTO;
Santo y temido (es) Su nombre.
Todo esto para llevarlos al punto de que, santos y amados hijos e hijas de Dios:
¡Exaltemos a YæHoVaH nuestro Dios!;
Con acciones de gracias; En público, congregados con tal propósito.
¿Por qué?
Porque las obras de Dios (sean intangibles, juicios o redentoras) son asombrosas, grandiosas, justas, puras, verdaderas, maravillosas, fieles y perfectas. Entonces:
¡Asómbrese!
¡Sorpréndase!
¡Enloquezca de admiración!… por la Palabra, los dichos, los mandamientos, las doctrinas, las declaraciones, los juicios de Dios; tanto como por sus obras perceptibles a los sentidos.
Los unos y los otros, los sentidos y la mente, tanto como la psiquis o el alma, el corazón, los afectos y emociones; así como las cosas concretas e intangibles, proceden de Dios. Sí, las agradables y desagradables, buenas y malas, las que traen dolor consigo y las que traen regocijo… ¡Todo lo hizo Dios para Sus propósitos, por tanto, para Su propia gloria!
Si has (o hemos) fallado a esto, nuestro deber es humillémonos ante la poderosa mando de Dios y pedirle perdón por no haberle glorificado como merece ni haberle dado las gracias que el amerita.

Juan Carlos de la Cruz Nació de nuevo cuando tuvo 10 años; si bien confiesa que se reconvirtió varias veces en su juventud temprana. Está casado con la doctora en medicina, teóloga, músico y maestra Anabel Santos. La pareja ha procreado dos hijos, Christ y Carlos (adolescentes ahora). Juan, además ha sido Pastor Bautista por mas de dos décadas (ver www.facebook.com/ibnjrd). Además de ingeniero químico, Juan es teólogo, ostentando múltiples maestrías en los campos de Ciencia y Teología, incluyendo un doctorado en Filosofía (PhD). Juan ha trabajado en diversos campos, es un escritor de profusa pluma, con unos 20 ‘libros’ publicados hasta ahora (en varias editoriales), decenas de ‘artículos profesionales’ (en múltiples plataformas y revistas), y más de ‘artículos de opiniones’ en periódicos y páginas diversas.