¿Bueno o malo? Un asunto del corazón

Por: Juan C. de la Cruz

[12] El hombre malo, el hombre depravado, Es el que anda en perversidad de boca; [13] Que guiña los ojos, que habla con los pies, Que hace señas con los dedos. [14] Perversidades hay en su corazón; anda pensando el mal en todo tiempo; Siembra las discordias. [15] Por tanto, su calamidad vendrá de repente; Súbitamente será quebrantado, y no habrá remedio.

7 cosas que Dios aborrece

(16) seis cosas aborrece Jehová, Y aun siete abomina su alma:

  1. Los ojos altivos,
  2. La lengua mentirosa,
  3. Las manos derramadoras de sangre inocente,
  4. El corazón que maquina pensamientos inicuos,
  5. Los pies presurosos para correr al mal,
  6. El testigo falso que habla mentiras,
  7. Y el que siembra discordia entre hermanos. (vv. 17-19)

Note aquí los miembros del cuerpo involucrados y las virtudes quebrantadas.

Es muy usual que se hable de la lengua, los ojos, las manos y los pies. Esos son los miembros que actúan en corrupción o santidad, nunca ambos; o uno o el otro. Ahí no notamos el miembro viril, casi siempre se considera aparte en la enseñanza bíblica (como un capítulo aparte en el consejo).

Los miembros del cuerpo son dirigidos por el corazón. El corazón es el manantial del bien y del mal. Los robos, los adulterios, las inmoralidades, el orgullo, los abusos y toda injusticia e iniquidad, salen del corazón.

“Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias”. (Mateo 15.19)

Y, del mismo modo:

“El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca”. (Lucas 6.45)

El proverbio citado implica esencialmente que Dios detesta al malo; y por la ley de los contrarios, ama a los buenos. Este contraste es muy marcado en la Escritura. Note el contraste en el Salmo 1 y en Mateo 5-7. Por cierto, Mateo 5 al 7 es un sermón precisamente de contraste entre los buenos (justos, piadosos, etc.) y los malos (impíos, inicuos, etc.). En el discurso de Mateo 5-7 brillan cláusulas como:

“De ellos es el reino de los cielos”. ¿De quienes?

“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorificando a vuestro Padre que está en los cielos”.

“El que quebrante uno de estos mandamientos, por pequeño que parezca, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamada en el reino de los cielos”.

“La lampara del cuerpo es el ojo”… De hecho, ese texto dice:

“La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; [23] pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas.” (Mateo 6.22, 23a)

“El que me oye estas palabras y las hace le compararé a un hombre sabio…”

Para no cansarlos en esta plática, lo que les quiero decir es que hay dos clases de hombres, buenos y malos; y Dios ama a los buenos y detesta a los malos. Y todo el devenir de la historia humana se desenvolverse en esa tesitura de contrarios. Desde la caída (note el caso de Caín y Abel), usando aquí el formato hegeliano: “La historia de los pueblos es la síntesis entre el accionar de los justos y los injustos (los buenos y los malos)”. Las naciones, los pueblos, los asentamientos humanos, las instituciones, las familias, etc., serán nobles o villanas atendiendo precisamente a quienes la componen. Un conglomerado social tenderá a la santidad y la justicia, a la nobleza; sí y solo sí en el mismo grado en que tales ciudadanos sean buenos o malos. No es una formula equitativa en el sentido numérico; el grado de nobleza o impuocritud se sopesará dependiendo de quienes ocupen las administraciones. Por ejemplo, un hogar mostrará mucha más nobleza si su cabeza es regenerada (buena) que si fuese un hijo. Si en una congregación resulta que el clero es impío, tal “santuario” tenderá a la impiedad. Pero si en esta misma institución el impío es un miembro de a pie, el deterioro no se notará en la misma medida.

Lo cierto es que a fin de cuentas:

“Los ojos de Jehová están en todo lugar, Mirando a los malos y a los buenos”. (Proverbios 15.3)

Dios detesta la impiedad y dará el pago correspondiente a los malos. Y el mismo Santísimo ama y tiene comunión íntima con los piadosos.

¿En qué bando estás tú? Lo sabrás por tus pensamientos, porque “cual es el corazón del hombre, tal es él”.

Pecaría si no te dijera aquí que “todo ser humano nace malvado”, pero que tal estado, de malo a bueno, puede suceder. El cambio de malo a bueno sucede en un instante en la “regeneración”. O sea, que para dicho cambio, “te es necesario nacer de nuevo”, de hecho: “nacer del Espíritu”.

¿Cómo sucede esto?

Si miras y sigues a Cristo, arrepintiéndote de tus pecados y crees que Cristo es el Hijo de Dios y “el Cordero (la ofrenda) de Dios que quita el pecado del mundo”. (ver Juan 1.10-15)

Consejo final:

  • Guarda tu corazón. No te apoyes en tu propia prudencia y tu propio entendimiento. Parte de que Dios es bueno y santísimo, y tiene el plan y la intención del bien; y que por tanto, ha dado a conocer su voluntad, planes, propósitos, su pacto y sus promesas al hombre en la Santa Biblia, la Palabra de Dios al Hombre.
  • Busca y ama la sabiduría de Dios que él ha revelado en las Escrituras, a fin de que “el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda obra de bien”. (ver 2 Timoteo 3.16, 17)
  • Procura “el Temor del Señor”. Ruega a Dios que te llene de Él.
  • Aprende y obedece todos los mandamientos del Señor. El resumen de todos los mandamientos del Señor se encuentra en Mateo 22.37-40. Esencialmente se trata de que: (1) “amas a Dios con toda tu mente, con toda tu alma, y con todas las fuerzas de tu ser”; y (2) “ames a todos los seres humanos”.

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