El problema de la naturaleza de Dios frente a la comprensión humana de la deidad

Por: Juan C. de la Cruz

A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer“. (Juan 1.18)

El título puede causar alguna sospecha, pero literalmente la comprensión de la divinidad representa un serio problema ante las facultades cognitivas humanas. Y la gran dificultad está vinculada a la cuestión de la naturaleza de Dios.

Lo cierto es que no es cosa fácil entender la naturaleza, ni el carácter, ni las obras de Dios. Por tanto, tampoco es fácil penetrar al entendimiento del ser de Dios. Y la gran razón es nuestra natural limitación cognitiva. Por ejemplo, cuando a nosotros se nos plantea de “la nada”, simplemente no podemos intuir la nada, como tampoco lo oscuro, lo vacío, etc. Resulta igual o peor cuando se nos plantea el término y el concepto de infinito, eterno, insondable, etc. Y creo que existe la misma barrera comunicacional que en los anteriores conceptos cuando se nos habla de espíritu.

Entonces, ¿Cuál es el problema con nuestra comprensión y lo divino? Que precisamente que todo intento correcto de definir a Dios rondará en una fórmula más o menos como sigue: 

Dios es Espíritu purísimo (santísimo), infinito y eterno (que ha existido siempre y siempre existirá), omnipresente, omnisciente y omnipotente, por lo tanto, trascendente e insondable en todo su ser; y es libérrimo en todas sus atribuciones y operaciones“…

Por ejemplo, el “Credo Apostólico” reza: “Creo en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra”.

“La confesión de fe de Westminster” Reza: 

“Solo hay un Dios vivo y verdadero, quien es infinito en su ser y perfección, espíritu purísimo, invisible, sin cuerpo, sin miembros ni pasiones, incambiable, inconmensurable, eterno, incomprensible”. Todopoderoso, omnisciente, sumamente santo, sumamente libre, absoluto hasta lo sumo…

En fin. Como se puede ver, a la fórmula básica propuesta arriba se le suelen añadir elementos de sus exigencias a los hombres, su auto revelación y su operabilidad y sus atributos; y a la fórmula cristiana se le suele añadir la cuestión de la pluralidad de Dios (el problema trinitario, para complicar la ecuación). Pero en sustancia, la fórmula de arriba es muy completa en cuestión de la naturaleza y el ser de Dios.

¿Notó el problema? ¿Cuál?

  1. Dios es Espíritu.
  2. Dios es eterno.
  3. Dios es infinito.
  4. Insondable (no medible, no escudriñable, no comprensible).

Quizá sea un impase la cuestión de que:

  1. Dios es purísimo (santísimo).

O sea, que, en virtud de intentar comprender su naturaleza y su ser, quedamos con sobrada ineptitud.

Entonces, las cosas se complican cuando combinamos tantos absolutos incomprensibles en una definición. De ahí que todo lo que podemos saber de Dios es lo que él ha mostrado, revelado e ilustrado sobre sí mismo. En pocas palabras, si Dios no condescendiera y mediante artilugios milagrosos condescendiera al nivel de nuestra limitada comprensión, ¡miserable de nosotros sería!

Por ejemplo, pensemos por un momento en la eternidad pasada de Dios, antes de que Dios trajera a la existencia Su creación. ¿Puedes pensar en eso? Claro que no, esa realidad existencial es impenetrable. ¿Por qué -por si alguien no comprende esto que es incomprensible? Hermano, porque un ser eterno, que existió antes de la existencia de lo creado (espacio, “tiempo”, materia y energía), simplemente “era en la nada”. Y esa realidad es impenetrable por el entendimiento humano. Pero al menos, quédate con ese concepto de “Dios existía en la nada”, es muy bueno, y es correcto, aunque incomprensible. Pero al menos eso comienza a dar forma a la naturaleza espiritual.

Piensa ahora en la infinitud e indomabilidad de Dios, que a su vez establece Su trascendencia. Ok, ¿cuál es el problema aquí? ¿No lo puedes ver? Que entonces “los cielos de los cielos no lo pueden contener”. En otras palabras, que es tan grande que él sobrepasa el espacio. Eso nos presenta el gran problema de la invisibilidad de Dios. Aunque lo espiritual es invisible, si pudiéramos abstraer lo espiritual en sustancia, lamentablemente Dios comoquiera sería invisible. ¿Por qué? Porque los objetos astronómicos (gigantescos) para ser vistos necesitan ser colocados a una distancia apropiada del observador, para que este pueda contemplar (a la escala del defecto de la visión) los límites observables del objeto. Como el sol (que es enorme, que posee un radio (supuestamente) de 696,340 km), y para poder verlo en el tamaño que lo vemos, nosotros necesitamos estar a 150 millones de kilómetros de distancia. Loco, ¿no? Imagínate entonces un ser más grande que los cielos de los cielos. No podríamos verlo, si fuese de sustancia visible. Dejemos las cosas aquí por ahora.

Si se habla de sus facultades personales, por ejemplo, suele decirse que Él es impasible (o sea, que no muestra afectos), eso es verdad sí y solo sí Dios no habla, ni ve, ni oye, ni entiende, ni se aíra. Por lo que no debemos atribuir acciones a Dios impropias a su ser y naturaleza. Y si le atribuimos unas, no debemos descuidar las otras. Aunque un espíritu, por ser espíritu, no puede hablar; Dios Espíritu no tiene esas limitaciones por su facultad milagrosa. Y aunque Dios por ser Espíritu no emite fonemas ni palabras ni frases ni oraciones, etcétera, Él podría hablar sin intermediario cuando quiera, aunque para ello Él tenga que obrar milagrosamente. Lo mismo se puede decir de sus otras facultades personales como la pasividad, la facultad de oír y ver, etc. Por eso se dice: “El que hizo el ojo, ¿no verá?; y quien hizo el oído, ¿no oirá?”. Cuidado con nuestra miopía espiritual. Tengamos cuidado de no pecar por ignorancia. ¿Será verdad que Dios no se aíra, porque supuestamente es impasible? ¿No será tal declaración mera miopía espiritual?

Es por ello que nuestra comprensión de lo divino y de la naturaleza espiritual es a menudo un fiasco. Es muy antropomórfica. Pero descuide, Dios entiende y sabe. Es por eso que a menudo utilizó antropomorfismos e imágenes de abstracciones para dejarnos saber lo que de Él puede ser comprendido por nosotros. 

Al final, Dios se complace con que nosotros al menos tengamos una comprensión de su naturaleza y su personalidad. De hecho, sus atributos morales son no solo comunicables al hombre (en condiciones adecuadas), sino que de la misma calidad de la de Dios. Ahí nos la puso fácil. De ahí, que la justicia divina y la verdad de Dios son las mismas que tú y yo podemos portar y mostrar. Y por increíble que parezca, también el amor, la piedad, la integridad y la fidelidad. La diferencia con esos atributos, que los posee Dios y los pueda poseer un ser humano, sería la temporalidad, es decir, por ejemplo, si hablamos de fiel “Dios siempre ha sido fiel, eternamente”; y un ser humano, si no fallará jamás en la fidelidad que Dios le ha dado como don espiritual, lo sería sólo a partir del don otorgado, pues no hay ser humano nacido que haya nacido con algún atributo moral-espiritual; de ahí que se los llame “comunicables”.

Pero soltemos la cuestión de la moralidad y las virtudes de Dios y de los hombres, que han de ser las mismas o de la misma calidad, si han de ser aceptadas por Dios. Pensemos en la comunicación de Dios por un momento. Oye, tú no podrías saber nada, absolutamente nada de Dios si no fuera porque él quiso darse a conocer. En tal sentido, nadie tendrá nunca excusa delante de Dios. Por lo pronto, no olvides que Dios es invisible: “A Dios nadie le ha visto jamás“. Ya explicamos el por qué. Pero, por ejemplo, “Su eterno poder y deidad se han hecho claramente visibles por medio de las cosas hechas“. Y del mismo modo, “los cielos cuentan Su gloria, y el espacio anuncia Su poderosa mano“. Pero si Dios no se hubiera comunicado al hombre, por mediación de ángeles, no sabríamos nada de Su voluntad, no de sus perfecciones morales ni de sus virtudes perfectísimas… ¡imposible!

Por tanto, en sus perfecciones, llámese su infinito y perfecto amor, su pureza, su compasión, su bondad y ternura, sus muchas misericordias, la multitud de sus piedades, etc., Dios ha deseado y procurado con todo el poder de sus fuerzas que nosotros lo conozcamos en sus perfecciones, amén de nuestras limitaciones para comprender su naturaleza.

Y en su procura afanosa de revelarse al hombre, por su bondad y para su propio beneficio y gloria, la misma razón de la creación, ha utilizado una serie de recursos en tal empresa.

  1. Se ha comunicado en la creación (ver Salmo 19).
  1. Ha utilizado ángeles (que toman o poseen cuerpos) para articular Su voluntad expresada en mandamientos y declaraciones.
  1. Ha hecho milagros de teofanías, porque un espíritu —Dios— no tiene facultades de articular fonemas ni palabras. Pero para Dios no existen barreras; él puede hacer todo tipo de milagro. Ah, por cierto, por eso es que los demonios, Satanás y la gran mayoría estadística de los ángeles no hablan, no expresan ni articulan fonemas ni palabras, porque son espíritus. Las únicas veces que Satanás ha articulado palabras han sido cuando ha usado cuerpos, como usó la serpiente cuando Adán y Eva.
  1. Dios se ha revelado de esas maneras, y en sueños, en visiones, etc., a los padres, profetas y apóstoles, y los mandó a poner por escrito sus preceptos para la posteridad y para toda la humanidad. De ahí “las Sagradas Escrituras”.
  1. Pero el clímax de toda comunicación de Dios a los hombres fue en la Encarnación Espiritual de la Persona de Su Hijo Unigénito. El milagro de la unión de la divinidad plena con la humanidad plena es la más gloriosa, completa y satisfactoria comunicación de Dios al hombre. Estudiar y entender la encarnación, humillación, vida, obra, resurrección y exaltación de Cristo, es precisamente conocer todo lo que puede ser conocido de Dios en su máxima expresión. De ahí que:

Y es precisamente por eso que, en los antropomorfismos de la corte y el trono, oiremos:

Al final, hermanos, excepto en Jesucristo, nadie nunca ha visto, ve ni verá a Dios. Ni siquiera los santos que están debajo del altar. Nadie.

El Espíritu Santo ha sido, es y será siempre igualmente invisible. También es omnipresente, omnipotente, omnisciente, eterno, infinito, trascendente, etc. Igual Jesucristo, aunque también es hombre.

¿Notó el problema de incompatibilidad entre nuestro raciocinio y la realidad de Dios, en materia de nuestra comprensión de lo divino?

Juan Carlos de la Cruz Nació de nuevo cuando tuvo 10 años; si bien confiesa que se reconvirtió varias veces en su juventud temprana. Está casado con la doctora en medicina, teóloga, músico y maestra Anabel Santos. La pareja ha procreado dos hijos, Christ y Carlos (adolescentes ahora). Juan, además ha sido Pastor Bautista por mas de dos décadas (ver www.facebook.com/ibnjrd). Además de ingeniero químico, Juan es teólogo, ostentando múltiples maestrías en los campos de Ciencia y Teología, incluyendo un doctorado en Filosofía (PhD). Juan ha trabajado en diversos campos, es un escritor de profusa pluma, con unos 20 ‘libros’ publicados hasta ahora (en varias editoriales), decenas de ‘artículos profesionales’ (en múltiples plataformas y revistas), y más de ‘artículos de opiniones’ en periódicos y páginas diversas.

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