El reclamo gay de cara a la ciencia. 

DRA. ANABEL SANTOS

¿Ha demostrado o no la ciencia que la homosexualidad es Genética?

Abstracto

Este artículo busca responder al cuestionante acerca de si las tendencias a las conductas homosexuales y de otra índole sexual no heterosexuales están determinadas o no por un factor genético. En vista de que al presente el debate respecto a este asunto se lo denomina “ideología de género”, en este trabajo exponemos las bases científicas partiendo de la embriología y los estudios de la genética que determinan las características sexuales de los individuos, y las razones de por qué no hay asidero científico para afirmar que la homosexualidad sea una herencia genética. Para tales fines hemos consultado literatura científica de rigor para la sustentación de nuestras respuestas. La conclusión es que hasta el momento solo existen teorías no comprobadas respecto a que la homosexualidad sea genética, y mientras que las características genéticas son expresadas de manera observable en los individuos (fenotipo), no sucede así en la homosexualidad y otras conductas de índole sexual no heterosexuales que obedecen a patrones conductuales generalmente aprendidos. 

Palabras (términos) claves: Identidad de género, orientación sexual, homosexualidad, herencia biológica, continuidad de características, fenotipo.

En los días actuales nos ha tocado vivir y experimentar luchas muy distintas a las libradas en siglos anteriores. Se discuten pensamientos a los que se les suele denominar “ideologías”, las cuales suelen ser contrarias a las verdades bíblicas. Vivimos en un tiempo donde no hay absolutos, es decir, que el relativismo ha arropado el pensamiento de la gente. Se utilizan las “razones” y los conceptos a conveniencia, generalmente para caprichos y beneficios personales o de grupos, normalmente anteponiendo las emociones sobre lo racional, lógico y probado. Muchos han acuñado esta frase con el fin de justificar sus hechos: “Has lo que te de felicidad, siempre y cuando no le haga daño a nadie”.

Por lo cual, tenemos la necesidad de recordar que, a pesar de la convulsión en que vivimos hoy en día, existen los absolutos, y que estos no son intangibles; son realidades que se expresan en la vida de cada ser humano, reconózcalo o no. Un absoluto que ha sido atacado en nuestra generación fuertemente es: QUIEN SOY, según la imagen de Dios, según lo que han demostrado las ciencias fácticas (dígase la biología, la bioquímica, la genética y la neurociencia).

La identidad de género y las ciencias médicas

La base donde se fundamenta la denominada “identidad de género” deja a un lado todas las definiciones biológicas, genéticas y de la neurociencia, y solo atribuye la identidad sexual de cada individuo a factores socio-culturales, dejando fuera las ciencias que concretamente han definido la sexualidad de antaño.

Existen varias definiciones de “identidad de género” y “orientación sexual”. Sin embargo, las utilizadas son las contenidas en los Principios de Yogyakarta (2007), cuya definición de “identidad de género” es independiente del sexo registral y cuyo determinante es “la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente profundamente”.

Entonces, resulta natural que nos hagamos la siguiente cuestionante: ¿Dónde está la incoherencia de esta definición? Respondiendo a tal pregunta, podríamos ser tentados a decir que la sexualidad se basa en lo puramente abstracto y subjetivo de cada individuo, o podríamos decir que la sexualidad del ser humano es solo espíritu (sentimiento, vivencia, memorias) y no materia (sexo registral); pero la realidad humana es indivisible: el ser humano es una dicotomía de ambas. Por lo tanto, no podemos apartar las ciencias biológicas, la genética y otras áreas concretas del rigor científico fáctico que ya han definido con exactitud los procesos de la vida que evidencian cada característica de los seres humanos, que de facto nos han diferenciado como hombre o mujer. 

Es bueno entonces, para tener una correcta idea sobre los aportes que nos da la ciencia, que veamos cual es la función de cada una, como se aplica cada ciencia por separado en la sexualidad, para entonces proceder a demostrar que la ciencia no está de acuerdo con las diferentes conductas sexuales que señalan las propuestas e ideales actuales de identidad de género.

Lo que establece la genética

Según M.ª Dolores Ochando, en su tratado de genética y género, la genética trata con el proceso más íntimo y más primario del mundo biótico, el de la herencia biológica, y lo que ello conlleva: el origen mismo de la vida y, más aún, su transmisión. Entendido esto entonces, podemos decir que, genéticamente hablando, solo existen dos posibilidades sexuales para el ser humano: varón y hembra. Cada individuo está genéticamente dotado de 23 pares de cromosomas, de los cuales un par determina las características sexuales definidas para ser mujer u hombre. En cada ser vivo hay una sustancia que se denomina material genético. Una molécula de ADN tiene muchas unidades llamadas genes, cuyos productos dirigen todas las actividades metabólicas de las células. El ADN, con su batería de genes, está organizado en cromosomas, estructuras que sirven de vehículo para la transmisión de la información genética. El modo en el que los cromosomas se transmiten de una generación celular a la siguiente y de los organismos a sus descendientes, es extraordinariamente preciso.

Desde que las células sexuales se aparean para formar una nueva vida, viene determinada genéticamente la sexualidad. Las características sexuales vienen dadas por los pares de cromosomas (XY, o XX), y luego que se inician los procesos en el zigoto, descrito paso a paso por la embriología, habiendo pasado varios procesos es entonces que en la semana 7 de gestación ocurre la diferenciación sexual. Por lo tanto, el cromosoma (Y) alberga la información necesaria para la masculinidad y será responsable de que aparezca la cresta genital, la diferenciación de los testículos, el tejido embrionario segrega una hormona que es necesaria para continuar con la diferenciación sexual masculino. De no poseer el cromosoma (Y), ocurriría la diferenciación de los ovarios para la semana 12, y los procesos de formación de las células primarias de los ovarios harán su primera división celular hasta la semana 25 de la gestación, toda esta división es intrauterina, y se detendrán hasta la pubertad, reactivándose entre los 10-15 años, y allí esa niña presentará su primera menstruación y sus óvulos maduros seguirán madurando hasta cesar su ciclo reproductivo.

Todo lo anterior nos permite entonces disipar las posibles dudas sobre si la homosexualidad es genética, y para reforzar la idea usaré este ejemplo: el cromosoma (Y) en su estructura posee lo que se ha denominado el factor de determinación testicular, por sus siglas en ingles TDF; este factor se codifica en el área del cromosoma (Y) denominado: región del (Y) que determina el sexo,  por sus siglas en inglés SRY, se ha concluido que donde ha habido mutaciones en persona del sexo femenino que posea, a parte de los dos cromosomas (XX), un cromosoma (Y) extra, este ha perdido la región SRY, o sea, la región del (Y) que determina el sexo, así que esa mujer no tendrá ninguna posibilidad de desarrollar masculinidad genéticamente hablando, igual si hubiese una (X) extra, como sucede en otras mutaciones, ej. (XXX), una de estas (X), se convertirá en corpúsculo de Barr, o corpúsculo de cromatina sexual inactivado.

Hablemos un poco sobre la función de los órganos sexuales, fisiología, que nos hace diferente a hombres y mujeres. Varios estudios han demostrado que el “cableado” cerebral del hombre es muy distinto al de la mujer. Muchas veces, ante las mismas situaciones o tareas, se activan diferentes zonas neuronales y esto puede ser la causa de los distintos comportamientos, más allá de la influencia social y cultural. A nivel físico, los hombres son más fuertes, más musculosos. Las mujeres no son tan musculadas. A nivel psicológico, las mujeres suelen estar más centradas en las relaciones personales y son más empáticas. Los hombres están más orientados al logro o consecución de metas.

Hasta el momento solo existen teorías, no comprobadas para decir que la homosexualidad es genética, ejemplo de ello es esta teoría: La continuidad de las características. Los alelos -grupos de genes- que a veces codifican la orientación homosexual, pueden tener en ocasiones un beneficio reproductivo, que compensaría a los gays y aseguraría la continuación de la característica, ya que los heterosexuales pasarían el gen. Hay dos formas de que ocurra. Una, que el alelo confiera una característica psicológica por la cual los hombres heterosexuales son más atractivos a las mujeres o viceversa.

Para poder entender lo ya expuesto aquí, definiremos lo que es un alelo. Un alelo (del griego: αλλήλων, allélon: uno a otro, unos a otras) es cada una de las formas alternativas que puede tener un gen que se diferencian en su secuencia y que se puede manifestar en modificaciones concretas de la función de ese gen. Estos alelos rivalizan uno con otro gen para el valor de dominio. El objetivo es expresar las características a heredar de los progenitores, las características son dominantes, si tan solo uno de los progenitores pasa esa característica siempre a su siguiente generación, y son recesivos, si para ser expresada tienen que ambos progenitores pasarlo a la siguiente generación. Toda característica genéticamente determinada depende de la acción de un par de genes homólogos, que se denominan alelos. Es muy importante notar que las características genéticas se expresan de manera observable en los individuos, (fenotipo) ejemplo ojos azules, piel caucásica, anemia falciforme (deformidad de los glóbulos rojos en forma de media luna observables a microscopio), etc.

Teorías propuestas sobre la homosexualidad genética

Teniendo esto en cuenta, revisemos la teoría de continuidad de características. Lo primero a resaltar es que la característica que se expresaría como orientación sexual según esta teoría, dependerá de que el alelo confiera características psicologías por lo que los hombres heterosexuales son mas atractivos a las mujeres o viceversa, por tanto, esta teoría se cae automáticamente, en vista que sus postores justifican este argumento sobre característica no observables, sino más bien subjetivas al individuo. Digámoslo de esta manera, a mi madre le gusta el helado de pistacho, y como soy su hija he heredado la predilección por el helado de pistacho, la razón aquí sería que ambas tenemos esa misma predilección por el hecho de poseer información genética similar, pero la manera en que pensamos, actuamos o gustamos de ciertas cosas no está determinada genéticamente, un buen ejemplo de esto serían los gemelos idénticos, que son genéticamente idénticos, comparten su mismo ADN y por lo tanto el mismo sexo, pero desarrollan distintas personalidades y se comportan de manera diferente. Entonces esta teoría de la continuidad no es factible en vista de que propone que si algún miembro de la familia tiene orientación sexual, emocional afectiva hacia personas de su mismo sexo, existe la posibilidad que más miembros de esa familia tenga las mismas orientaciones, por haberlas heredado de su antecesor.

Otra teoría que se ha estado utilizando como supuesta base científica es la siguiente: Diferencias cerebrales de acuerdo con la orientación sexual. Los individuos homosexuales y heterosexuales difieren en otras características, además de con quién desean tener relaciones sexuales. Algunas de estas diferencias sugieren la idea de que los cerebros de individuos homosexuales se desarrollan de una manera atípica, como fue inicialmente propuesto por Ulrichs. A finales de la década de los ochenta y principio de los noventa, Simon LeVay, en los Estados Unidos, y Dick Swaab, en Holanda, encontraron que algunas áreas cerebrales de los individuos homosexuales tenían características similares a las de las mujeres, o bien características particulares. Estos estudios fueron realizados utilizando cerebros pertenecientes a individuos homosexuales que fallecieron siendo víctimas del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) y de individuos heterosexuales que también fallecieron a causa de esta enfermedad o por alguna otra causa. Además, en general, se incluyeron cerebros de mujeres que, debido a la falta de información en los registros hospitalarios, presumiblemente eran heterosexuales. Los estudios de Simon LeVay indican que un área particular, llamada INAH 3 del área preóptica, es mayor en individuos masculinos heterosexuales comparada con la de las mujeres. Los individuos masculinos homosexuales presentan un tamaño de este núcleo similar al que se observa en mujeres. Si bien estos estudios son muy interesantes, existe un punto de controversia referente al hecho de que la mayor parte de los cerebros de los individuos homosexuales provenían de pacientes víctimas del sida.

Analicemos pues esta teoría. Esos estudios de LeVay y Swaab ya han sido criticados, por el hecho de que fueron realizados en personas que eran VIH positivos. Para que las teorías tengan validez, estas deben superar reiteradamente los estrictos procesos de verificación que impone la ciencia; en tal sentido como se ha dicho anteriormente que la ciencia biológica trata de realidades concretas, observables. El problema con este postulado es que para que esa teoría sea válida, debió realizarse un estudio comparativo con hombres heterosexuales, y que además tiene la característica de haber sido realizado en personas fallecidas con el síndrome de inmunodeficiencia adquirida, sin haberlo comparado con cadáveres de personas que no padecieron la infección por este virus, es importante notar que el VIH (virus de inmunodeficiencia adquirida) afecta el cerebro.

El VIH puede propagarse al cerebro de las personas y desarrollarse ahí en las etapas tempranas de la infección por VIH, según mostró una investigación. Los resultados resaltan la necesidad de realizar pruebas de detección y de tratamiento temprana a la infección por VIH, el virus que causa el SIDA, dijeron los investigadores. Escribió Dianne Rausch, directora de la división de investigación sobre el SIDA en el Instituto Nacional de Salud Mental de los Estados Unidos (U.S National institute of mental health o NIMH): “Cualquier retraso conlleva el riesgo de que el virus pueda encontrar refugio y provocar daño en el cerebro, en donde algunos medicamentos son menos efectivos, lo que podría permitirle resurgir aun después de haber sido suprimido en la periferia”. Los investigadores compararon evidencias de actividad del VIH en muestras de sangre y líquido cefalorraquídeo de 72 pacientes infectados con el virus que no habían recibido tratamiento. El equipo halló que entre 10 y 22 por ciento de los pacientes mostró evidencia de duplicación del VIH o inflamación, cosa que sugiere que hay un proceso infeccioso activo en el cerebro en diferentes puntos de los primeros dos años tras la infección. Estas señales persistieron a lo largo del tiempo en alrededor de 16 por ciento de los pacientes. En algunos pacientes, el VIH comenzó a duplicarse en el cerebro en los primeros cuatro meses tras la infección, de acuerdo con el estudio publicado recientemente en la revista PLOS Pathogens.

Los hallazgos que presentaron LeVay y Swaab refieren que esos cadáveres presentaban alteraciones del INAH 3 del área preóptica, que son normalmente mayores en el hombre que en la mujer, y que en los homosexuales presenta un tamaño de este núcleo similar al que se observa en mujeres, pero lo que hace que esto no puede ser tomado como referencia, pues como hemos visto el VIH sí afecta el cerebro, y no importa en qué etapa de la infección se encuentre la persona, desde los 4 meses de su infección ya el daño a nivel cerebral puede ser visible.

Conclusión

Habiendo navegado por el conocimiento de la ciencia, podemos entonces decir que la misma demuestra que tanto hombres y mujeres somos distintos entre sí, no solo por como lucimos externamente, sino por los procesos biológicos, que ocurren en los organismos, por los aspectos neuroanatómicos que nos caracterizan. Las modificaciones que se realicen en la apariencia o en la conducta, no anularán nuestra identidad inherente, por lo tanto, la ciencia no muestra contradicción con ella misma, como pregonan algunos diciendo que ser homosexual es genético, la ciencia dicta a favor de los postulados ya comprobados. 

Dra. Anabel Santos
 
Doctora en Medicina (MD) de la UASD, Santo Domingo, R. D., con especialidad en Medicina Familiar (en el Hospital Morillo King y UCATECI, la Vega, R. D.); además ostenta un MA en Estudios Bíblicos del SeTeBLA, R. D., una Maestría en Teología (ThM) del Southern Baptist Seminary (Jacksonville, FL). Anabel le sirve al Señor desde su infancia, habiendo entregado su vida al Señor Jesús a los 9 años, siendo bautizada en la 1era. Iglesia Bautista de Bonao, R. D. a los 12 años. Anabel es pianista en la IBNJ de Bonao y ha servido en la enseñanza bíblica infantil por más de 3 décadas. Es hija y esposa de pastores bautistas. Está casada por 23 años con el Pr. Juan C. de la Cruz, tienen dos hijos adolescentes y viven en Bonao, R. D.

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