Herejías que amenazan a la iglesia de hoy

Durante mis 18 años de fe, he sido testigo de numerosas doctrinas bastante extrañas y de multitudes proclamando “amén” sin ni siquiera saber de qué se les está hablando. A través de mis estudios teológicos, he descubierto que estas doctrinas no son tan novedosas como aparentan; de hecho, los apóstoles y los primeros padres de la iglesia ya lidiaban con ellas. No se trata simplemente de “errores”, sino de herejías destructivas que no pueden coexistir con la verdad de las Escrituras, pues atacan la verdad central del Evangelio.

De algo podemos estar seguros: ignorar veinte siglos de cristianismo es nadar contra corriente. Las falsas enseñanzas que observamos hoy no son necesariamente concebidas en la actualidad; aunque puedan llevar nombres distintos, son doctrinas que han perdurado a lo largo de los siglos y que fueron tema de discusión en los primeros años del cristianismo. Es imperativo que abordemos este tema, ya que representan un peligro latente en el corazón de la iglesia contemporánea.

Deseo enfocar este artículo en algunas de las herejías que se combatieron en los primeros siglos del cristianismo. Varias de estas controversias fueron tratadas en los “siete concilios ecuménicos”, mientras que otras surgieron antes, ya que el primer concilio se celebró en el año 325 en Nicea. Incluso antes de este evento, ya se libraban disputas sobre temas como la “Trinidad” y el “montanismo”, entre otros. Durante la época de la Reforma, se enfrentaron otras herejías, como el “pelagianismo”, que sostenía que el ser humano tenía la capacidad de santificarse por su propia voluntad. En este artículo mencionaremos algunos temas iniciales. Posteriormente, continuaremos explorando los demás en una serie de publicaciones.

Montanismo – movimiento de la profecía

El montanismo, también denominado “movimiento reavivador”, emergió en Asia Menor alrededor del año 160. Este movimiento surgió dentro de las comunidades cristianas primitivas, liderado por Montano, de quien deriva el nombre “montanistas”, aunque sus seguidores se autodenominaban “movimiento de la nueva profecía”. Junto a Montano, los principales líderes eran dos mujeres conocidas como “profetisas”, Priscila y Maximila. La presencia de estas dos mujeres como líderes de un movimiento cristiano fue ampliamente rechazada por la iglesia cristiana mayoritaria de la época.

Esta secta proclamaba la profecía como una forma suprema de enseñanza y promovía un estilo de vida cristiana extremadamente austero, fundamentado en ayunos rigurosos. Estas y otras prácticas atrajeron a numerosas personas, lo que permitió que el movimiento se expandiera rápidamente más allá de Asia Menor.

Los montanistas creían que recibían mensajes directos del Espíritu Santo suplantando así las palabras dichas por los apóstoles. Incluso, el mismo Montano pensaba que cuando “profetizaba” era “Ex Cathedra”, por eso decía: “Yo soy el Padre, la Palabra, el Espíritu Santo”. También hablaban en otras lenguas y todo esto lo hacían de manera exagerada. Otro hecho más es que dentro del movimiento también creían que la Trinidad era una sola persona (modalismo).

Seamos francos, no deseo ser severo al mencionar nombres de denominaciones, ya que esto podría herir a muchos, pues hay hermanos que intentan ser fieles a la Palabra y están lidiando con estas cuestiones. Sin embargo, ¿A qué otro movimiento nos recuerda todo lo expuesto aquí sobre el Montanismo?

Sabelianismo o Modalismo – Unicitarios

Afirmaría que este tema es tan relevante hoy como lo fue en los siglos segundo y tercero de la iglesia. La Trinidad sigue siendo un misterio para nosotros, incluso 17 siglos después. Coincido plenamente con lo expresado por Sugel Michelén: “La Trinidad es un misterio, no un enigma”. Hay cuestiones en las Escrituras que nunca podremos explicar con precisión, ya que son misterios, no enigmas; están presentes, aunque nuestra mente humana no pueda comprenderlas completamente. Por lo tanto, creeré en ellas, aunque no pueda explicarlas de manera eficaz.

El misterio de la Trinidad ha sido objeto de intentos de explicación desde los primeros siglos de la iglesia. Sin embargo, algunos han fracasado de manera notable en este esfuerzo, como es el caso de Sabelio, un presbítero del siglo III. Sabelio comenzó a enseñar la unicidad de Dios en oposición a la Trinidad, enfatizando que las tres personas de la Trinidad eran en realidad una sola, manifestándose de diferentes modos. Esta doctrina, conocida previamente como “monarquismo modalista”, no fue originada por Sabelio, pero él la popularizó.

Sabelio, presbítero en Roma, sostenía que Dios se manifestó como Padre en la creación, como Hijo en la redención y como Espíritu Santo en la santificación. Aunque muchas personas alrededor del mundo adoptaron el sabelianismo, en el año 220 fue condenado como herejía y Sabelio fue excomulgado. Figuras prominentes de la época, como Hipólito de Roma, Dionisio de Alejandría, Basilio el Grande y Tertuliano, lucharon ferozmente contra esta herejía. Tertuliano, en particular, señaló el error del “patripasionismo”, que enseñaba que el Padre sufrió junto con el Hijo en la cruz.

Esta doctrina no es nueva, sino una evolución de nombres con la misma enseñanza a lo largo de la historia. Primero conocida como monarquismo modalista, luego adoptó el nombre de sabelianismo, y durante la Reforma, con Miguel Servet, se conoció como swedenborgianismo. En el siglo más reciente, aparece bajo el nombre de “Unicitarios”. Cada una de estas posturas refleja la incapacidad de explicar la Trinidad, terminando por negarla. Aunque es cierto que hay un solo Dios, como señala la Palabra, las Escrituras claramente muestran tres sustancias. No encuentro mejor manera de definir la Trinidad que como lo hizo el Credo de Atanasio:

“Adoramos a un solo Dios en Trinidad, y a la Trinidad en Unidad; sin confundir las personas ni dividir la sustancia. Porque hay una persona del Padre, otra del Hijo, y otra del Espíritu Santo… Así el Padre es Dios, el Hijo es Dios, y el Espíritu Santo es Dios; Y sin embargo no son tres Dioses, sino un solo Dios”.

En las Escrituras, encontramos abundante evidencia sobre la Trinidad. Por ejemplo, en Génesis 1:1 se utiliza el nombre plural “Elohim” y en Génesis 1:26 se emplea el pronombre plural “nosotros”: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra”. Tanto “Elohim” como “nosotros” sustentan la pluralidad de Dios, no como modos de manifestación, sino como tres sustancias distintas.

Además, hay otros versículos en las Escrituras que son aún más contundentes para sostener la doctrina de la Trinidad. Un ejemplo claro se encuentra en Mateo capítulo 3, durante el bautismo de Jesús: “Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. Aquí, la manifestación de las tres personas de la Trinidad es evidente: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Estos grupos, desde el Sabelianismo hasta los unicitarios, desestiman mandatos claros en la Escrituras sobre las personas de la Trinidad. Jesús dijo: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” (Mateo 28-19-20).

Hay numerosos creyentes en todo el mundo que carecen de una comprensión clara sobre este tema. A menudo, de manera inocente, adoptan creencias modalistas. Esto se debe tanto a la falta de una enseñanza clara de las Escrituras por parte de sus pastores, como a una cierta negligencia personal en el estudio profundo de los temas bíblicos que nos corresponde conocer.

En definitiva, tanto el modalismo moderno como el montanismo están causando un daño significativo en la iglesia de Jesucristo hoy en día. Ambas doctrinas niegan la suficiencia de las Escrituras, y es fundamental que luchemos con determinación contra estas creencias. En el siguiente artículo, abordaremos otras doctrinas como el arrianismo y el pelagianismo.

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