La pasión de Dios por Su gloria

2 Tesalonicenses 1:9-10

Pastor: Juan José Pérez

Septiembre 24, 2023 – Iglesia Bautista de la Gracia, República Dominicana

Introducción

A. Postulado general: Existe un principio que permea cada fibra de la Escritura y constituye el pensamiento fundamental que satura toda la Biblia: Dios se toma muy en serio su propia gloria.[2] Esto queda claramente demostrado en:

1. En el principio de la historia (La creación): “Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Sal. 19:1).

2. En el centro de la historia (La cruz): 

Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús (Rom. 3:24-26). 

3. En el final de la historia (La segunda venida): 

Los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros) (2 Tes. 1:9-10).

B. Creando el panorama: Imaginemos por un momento que entro a este salón, con todos ustedes presentes, y les digo: “Hermanos, he venido para que me admiren”. Muchos de ustedes se burlarían; otros se levantarían y se irían en señal de protesta. Algunos dirían: “Pastor, termine el chiste”. Pero el punto es este: en el caso de Cristo, no se trata de un chiste. Él volverá para ser glorificado y admirado entre sus santos.

C. Planteamiento del problema: Muchos escuchamos esto y decimos amén, pero la realidad es que todo este asunto de que Dios hizo todas las cosas para Su gloria, que puso a Su Hijo como propiciación por nuestro pecado para Su gloria, y que volverá para ser glorificado y admirado, lleva a muchos a preguntarse: ¿No es esto egoísmo? ¿No es esta una actitud vana? Esta es una pregunta que muchos se han hecho y, de hecho, algunos no se interesan en el evangelio precisamente porque les resulta incómoda esta masiva y autoextendida exaltación y autopromoción.

1. Michael Prowse, escritor del London Financial Times: 

La adoración es un aspecto de la religión que no entiendo. Pensemos en ese Dios que es “omnipotente, que por razones desconocidas para nosotros decidió crearnos. ¿Por qué debería esperar la le adoremos? Nosotros no pedimos ser creados. Nuestras vidas tienen muchos problemas. Sabemos que los tiranos orgullosos son los que sedean que las personas los alaben y le den honra. Pero un Dios perfecto no tendría defectos en su carácter, entonces, ¿Por qué todas estas personas –hablando de los cristianos- se postran cada domingo? Fueron estas preocupaciones las que apagaron mi deseo por la religión”. 

2. C.S. Lewis: Este gran hombre de Dios, antes de llegar a ser cristiano, confesaba que, al leer los Salmos y encontrarse por todas partes con aquellas frases inspiradas como: “¡Alaben a Dios!”, “¡Aleluya!”, “¡Gloria a Dios!”, le parecía que Dios sonaba como una dama que anda buscando elogios y deseosa de que la gente hable bien de ella.

3. Oprah Winfrey se alejó del cristianismo histórico a los 27 años de edad, después de escuchar que Dios es celoso de Su gloria; aquello no le sonó como algo amoroso.

3. Brad Pitt se apartó de su fe en su juventud, luego de que alguien le dijera que Dios requiere que lo consideremos como lo más importante; a él eso le pareció un acto de egoísmo.

La inquietud de Prowse y de Lewis antes de ser creyentes, así como la inquietud que llevó a Winfrey y a Pitt a alejarse del cristianismo, era, en esencia, la misma: ¿Cómo puede un Dios que se exalta a Sí mismo ser verdaderamente amoroso? ¿Qué es todo esto de Dios diciendo: “¡Alábenme!”, “¡Adórenme!”? Todos ellos, en resumen, dijeron: “Nos vamos de aquí porque Dios se busca a Sí mismo”. Y hay algo que, en apariencia, suena válido en ese argumento. Si yo me parara frente a ustedes y comenzara a decir: “¡Alábenme!”, pensarían que algo anda mal en mí, y con razón, muchos se irían. Algo en eso suena torcido. Pero si es Dios quien lo hace, ¿por qué no está mal? ¿Por qué no está enfermo? ¿Por qué no suena egocéntrico? ¿Por qué no deberíamos irnos?

I. El testimonio Bíblico

Para responder a la pregunta, revisaremos dos textos de la palabra de Dios: 

Hay dos palabras claves en el pasaje: 

1. Amor: El verso 5 dice que Jesús amaba a Marta, María y Lázaro. 

2. Gloria: El verso 4 dice que esta enfermedad era para la gloria del Padre y la gloria del Hijo. 

Así que, en este pasaje encontramos las dos palabras clave de la pregunta: gloria y amor. ¿Dónde está la conexión? Está en el verso 5, con la palabra “pues”. Esta partícula indica que el verso 5 es una inferencia basada en lo anterior. La idea es que, porque Jesús los amaba, decidió quedarse dos días más… para mostrarles Su gloria. Eso, a primera vista, parece no tener sentido, porque pensaríamos que, si Jesús los amaba, debió ir de inmediato a sanarlo. Pero Jesús consideró más amoroso mostrarle a Lázaro, a Marta y a María la gloria de Dios que simplemente preservarle la vida a Lázaro. Jesús dejó morir a Lázaro con un propósito: mostrarles la gloria de Dios.

Y esto es importante saberlo, especialmente porque hay muchos aquí que podrían estar atravesando un sufrimiento real, y junto con ese sufrimiento, surge la pregunta: ¿Realmente me ama Dios? Este texto nos recuerda que, para Jesús, fue más amoroso mostrarles Su gloria que simplemente librarlos del sufrimiento. Y puede ser que, en tu caso, la mayor muestra del amor de Dios hacia ti no sea necesariamente sacarte del sufrimiento, sino mostrarte Su gloria en medio de él.

B. Juan 17:1-3, 24:  Estas cosas hablaron Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que el Hijo te glorifique a ti, por cuanto le diste autoridad sobre todo ser humano para que dé vida eterna a todos los que tú le has dado. Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado (…) 24 Padre, quiero que los que me has dado, estén también conmigo donde yo estoy, para que vean mi gloria, la gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo.

1. Orar por otros como una muestra de amor: Este pasaje es conocido como la oración sacerdotal de Cristo, ya que registra una oración de intercesión de Jesús, no sólo a favor de Sus discípulos, sino también por todos los que habrían de creer en Él por la palabra de ellos (v. 20). Creo que está de más decir que orar por alguien es una expresión concreta de amor. Jesús mismo dice en Mateo 5 que orar por otros —incluso por los enemigos— es una manera de amar y considerar a los demás. De modo que esta oración es, sin lugar a dudas, una muestra del amor de Cristo por los Suyos.

2. Peticiones extrañas: Lo interesante es detenernos a analizar las tres primeras peticiones que Cristo hace en Su oración por nosotros:

  • “Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti” (v.1).
  • “Para que dé vida eterna a todos los que le diste. Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (vv. 2-3).
  • “Glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” (v.5).  

Al leer estas tres primeras peticiones, algo dentro de nosotros se pregunta: ¿Ora Cristo por los suyos o por Él mismo? ¿Cómo puede ser esto una oración por mí? La respuesta está en el verso 24: “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo”.

Cristo le pide al Padre que recuerde Su promesa de no dejar Su alma en el Hades ni permitir que Su cuerpo vea corrupción (Sal. 16:10-11). Le ora para que lo saque victorioso de la tumba, con gran poder y gloria. ¿Para qué? Para que Sus hijos puedan ver, saborear, admirar, amar, glorificar y hallar satisfacción en aquella gloriosa visión de su Cristo, exaltado hasta lo sumo a la diestra del Padre en los cielos.

II. La respuesta al dilema

Una vez más volvemos a la pregunta: ¿Cómo puede Dios buscar Su gloria y al mismo tiempo ser un Dios de amor? 

A. La respuesta planteada: La solución al dilema se encuentra en lo que John Piper llama el hedonismo cristiano.[3] En términos sencillos, el hedonismo cristiano afirma: “Dios es más glorificado en nosotros cuando estamos más satisfechos en Él”. Dicho de otro modo, nuestro bien y nuestra felicidad consisten en ver y saborear la gloria de Dios. Y si esto es verdad, entonces no hay contradicción entre nuestra mayor alegría y la autoexaltación de Dios. No hay tensión, no hay conflicto. De hecho, no es que simplemente no exista conflicto entre nuestro gozo y Su gloria; es que Su gloria resplandece con mayor intensidad cuando nuestra felicidad está plenamente en Él.

B. La respuesta ampliada: ¿Qué es lo que satisface tu alma de forma más profunda? ¿Qué es eso que te da tanta felicidad que, si Dios no te lo diera, entonces no te amaría? ¿Qué es lo que satisface tu alma de la manera más profunda y por el mayor tiempo posible? La respuesta es clara: Él mismo. La gloria de Dios es lo único que llena lo más profundo de nuestro ser: “Me darás a conocer la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; en tu diestra, deleites para siempre” (Sal. 16:11). Dado que Dios es la fuente de la mayor felicidad y el tesoro más valioso del universo, y que en Su gloria está el regalo más satisfactorio que Él puede darnos, cuando Él se exalta a Sí mismo y sostiene Su gloria, esparciéndola por el mundo, nos está amando, siendo bondadoso y misericordioso, porque nos está dando aquello que nos hará más profunda y eternamente felices. En palabras de Tim Keller: el Padre se deleita en el Hijo y en el Espíritu; el Hijo se deleita en el Padre y en el Espíritu; el Espíritu se deleita en el Padre y en el Hijo. Y Dios ha querido desde la eternidad hacernos partícipes de esta danza divina.[4] Por eso dijo Agustín: “Nos has hecho para Ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Ti”.[5]

Dios es el único ser en todo el universo cuyo mayor regalo es Él mismo; Dios es el único Ser en todo el universo cuya mayor virtud es exaltarse a Sí mismo. Si tú intentas exaltarte a ti mismo, no estarías amando a nadie, porque estarías distrayéndolos de lo que realmente puede hacerlos felices: Dios. Si le dices a la gente: “mírame a mí”, los estás desviando de aquello que realmente los salvaría y los haría eternamente felices. De igual manera, si Dios te diera algo diferente a Él mismo para la felicidad de tu alma, entonces no te estaría amando, porque ninguna otra cosa en todo el universo puede satisfacer eternamente tu alma. Como diría C.S. Lewis: “Si ninguna experiencia en este mundo puede hacerte feliz, es porque seguramente no fuiste creado para las cosas de este mundo”. Pero si Dios se exalta a Sí mismo, no te está distrayendo, sino amándote. Si tú dices: “ven a mí”, “satisfácete en mí”, “gózate en mí”, “atesórame”, entonces eres un ego maníaco; pero si Dios lo dice, es amor. Esa es la respuesta para Michael Prowse, C.S. Lewis, Brad Pitt y Oprah Winfrey, y para cualquiera aquí que tropiece con la autoexaltación de Dios.

C. La respuesta discutida: ¿Por qué nos resulta difícil entender esta realidad? Precisamente por una mala definición del amor. Para muchos, amar a alguien significa hacer que esa persona se sienta bien consigo misma —“tumbarle el polvo”—. La gente dice: “Exáltame, habla de mis habilidades, de mis talentos, de mi apariencia, y me sentiré amado”. Mientras pensemos así, nunca conoceremos lo que es el amor verdadero. Por eso, cuando queremos aplicar esa definición a Dios, no funciona, porque a nosotros no nos parece amor que Cristo no nos exalte a nosotros, sino que se exalte a Sí mismo.

¿Cuál es entonces la definición correcta? En palabras de Piper: “Amar es hacer todo lo necesario y a cualquier costo —que a veces puede ser la vida— para que otros puedan ser saciados con aquello que realmente satisface sus almas, y eso no es un espejo, es Dios mismo en Cristo”.[6] Amamos al prójimo no cuando le “tumbamos el polvo”, sino cuando le mostramos, por medio de nuestra vida y nuestra muerte, aquello que sí le da verdadera felicidad: Dios. Es por esta razón que la mayor muestra de amor de Dios hacia nosotros es exaltarse a Sí mismo, pues nada nos da mayor felicidad y gozo que ver y saborear la gloria del Cristo exaltado y resucitado.

D. La respuesta ilustrada: Pequeñas parábolas de la naturaleza y la vida diaria: La experiencia confirma que los momentos de gozo y paz más profundos son aquellos en que salimos de nosotros mismos para admirar una visión magnífica: el mar, la luna, las nubes, las estrellas, etc. La razón por la que nos gusta contemplar cosas tan impresionantes es porque fuimos creados para admirar lo que es infinitamente hermoso y deleitarnos en ello. Todas las maravillas de la creación existen para mostrarnos pequeñas parábolas de lo que será experimentar Juan 17:24, el día en que estemos cara a cara viendo la gloria de nuestro Cristo exaltado hasta lo sumo. ¡Maravilloso! ¡Asombroso! ¡Gloria a Dios!

Conclusión

Personas como Michael Prowse, Oprah Winfrey y Brad Pitt no deberían movernos a ira, sino a compasión. Deben impulsarnos a predicar sobre la gloria de Dios manifestada en la faz de Cristo. Deben motivarnos a orar para que Dios quite el velo de su entendimiento y puedan ver y saborear la gloria de Cristo. Si eres como Michael Prowse, debes entender que Él no puede evitarlo, pues en palabras del ministro afroamericano Shadrach Meshach Lockridge:

Él es el rey de los judíos,

Él es el rey de Israel.

Él es el rey de Justicia.

Él es el rey de las edades.

Él es el rey del Cielos.

Él es el rey de Gloria.

Él es el rey de Reyes

y el señor de Señores.

Este es mi Rey.

Él es el Rey Soberano,

Ninguna medida puede definir su amor ilimitado.

Él es perdurablemente fuerte.

Él es eternamente sincero;

Él es eternamente constante.

Él es inmortalmente lleno de gracia.

Él es imperiosamente poderoso.

Él es imparcialmente misericordioso.


Él es el fenómeno más grande que ha atravesado el horizonte de este mundo.

Él es el Hijo Dios.

Él es el Salvador de los pecadores.

Él es la pieza central de la civilización.

Él no tiene paralelos,

Él no tiene precedentes.

Él es la idea más elevada de la literatura,

Es la más alta personalidad en la filosofía.

Él es la doctrina fundamental de la verdadera teología.

Él es el único calificado para ser suficiente salvador.

Me pregunto ¿Lo conoces?


Él suple fortaleza a los débiles.

Él está disponible para los tentados y para los cansados.

Él simpatiza y salva.

Él fortalece y sostiene.

Él guarda y guía.

Él sana a los enfermos.

Él limpia a los leprosos.

Él perdona a los pecadores.

Él libra a los endeudados.

Él liberta a los cautivos.

Él defiende a los débiles.

Él bendice a los jóvenes.

Él sirve a los desafortunados.

Él es cordial para con los ancianos.

Él recompensa a los diligentes.

Él embellece a los humildes.

¿Lo conoces?


Él es la llave del conocimiento.

Él es la fuente a la sabiduría.

Él es la entrada a la libertad.

Él es el camino hacia la paz.

Él es la senda de justicia.

Él es la autopista hacia la santidad.

Él es la puerta a la gloria.

¿Lo conoces?

Bueno, Su vida es inigualable.

Su bondad es ilimitada.

Su misericordia es para siempre.

Su amor nunca cambia.

Su palabra es suficiente.

Su gracia es vasta.

Su reino es justo.

Su yugo es fácil y ligera su carga.


Bueno, quisiera describírtelo,

pero Él es indescriptible.

Él es incomprensible.

Él es invencible.

Él es irresistible.

No lo puedes sacar de tu mente.

No te lo puedes quitar de tus manos.

No puedes vivir más que Él,

y no puedes vivir sin Él.


Los fariseos no lo soportaban,

pero se dieron cuenta de que no podía pararlo.

Pilato no pudo encontrar ninguna falta en Él.

Herodes no pudo matarlo.

La muerte no pudo con Él

y la tumba no lo pudo retener.

Este es mi Rey.[7]

Ese es el punto: Dios no puede evitarlo. Él es asombroso, glorioso, infinito, absoluto y satisfactoriamente hermoso, y si ocultara esa belleza de nosotros, estaría despreciándonos.

Dios quiera hacernos entender que la razón por la cual Él se exalta a Sí mismo es porque Él es la única realidad que puede saciar nuestras almas. Es un alivio saber que no tenemos que elegir entre ser felices o glorificar a Dios, porque la realidad es que lo único que satisface profundamente nuestro corazón es la gloria de Dios. Dios es más glorificado en nosotros cuando estamos más satisfechos en Él. 


[1] Este sermón es una adaptación de un mensaje predicado por John Piper en un retiro de jóvenes titulado ¿Es Dios Vano?  

[2] Nota: Las misiones existen para eso: para dar a conocer la gloria de Su gracia (Ef. 3:10-11; 2 Tes. 3:1)

[3] Esta frase, “hedonismo cristiano” es una terminología utilizada por el pastor John Piper para resaltar el hecho de que el cristiano debe buscar su gozo en Dios mismo, y que, de esta forma, Dios recibe la Gloria. 

[4] Esta frase viene del capítulo La Danza de Dios del libro de Keller, The Reason for God. 

[5] Agustín de Hipona, Confesiones, Libro 1, capítulo 1, párrafo 1.

[6] John Piper, sermón, Is God Vain?, segundo mensaje en la conferencia The Blazing Center para jóvenes, 2005.

[7] Shadrach Meshach Lockridge, sermón My King Was Born King, predicado en Detroit, Michigan, en 1976.

El Pastor Juan José Pérez es Doctor en Estomatología, egresado de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra. Fue convertido al cristianismo en el año 1994 y fue ordenado al pastorado en el año 2009 en la Iglesia Bautista de la Gracia, Santiago, Rep. Dom. Posee un certificado en estudios teológicos (C.T.S.), un diplomado de estudios teológicos (D.T.S.), una maestría en estudios teológicos (M.T.S.), y una maestría en Divinidades (M.Div) bajo el currículo del Seminario Bautista Reformado (RBS), Taylors, Carolina del Sur. Posee también un Ph.D con el Southern Baptist School. Sirve como pastor de visión y predicación en la Iglesia Bautista de la gracia y como decano de la Academia Ministerial de la Gracia. Tiene 19 años de casado con Ylka, y tienes tres hijos: Lya, Caleb y Samuel.

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