TRES PECADOS DE LOS CUALES LOS SANTOS TENEMOS QUE HUIR.

Por: Juan C. de la Cruz

Ayer al escuchar la noticia del despido de su iglesia (y de una de las academias donde enseñaba) de uno de mis autores y predicadores contemporáneos favorito, me removió el alma y temblé de espanto ante la razón de la cuestión: “un asunto de falda ajena” (como pronunciamos en mi región metafóricamente el “adulterio”). Desgraciadamente esa ignominia sucede con demasiada frecuencia en nuestro evangelicalismo moderno. Esas noticias suenan menos porque la farándula sólo cubre los casos de los famosos, como es propio de la media sensacionalista.

Me tranquiliza un tanto que, aunque tomé clases de predicación con Lawson (a quien me refiero), leí varios de sus libros, escuché muchos de sus sermones y asistí a muchas de sus conferencias y prédicas, hacía ya un año que lo había dejado de seguir impulsado por lo que catalogué como un desafine considerable en sus alabanzas hacia el Dr. John MacArthur.

En el Dr. Steve Lawson convergieron precisamente dos de los tres pecados que el apóstol a los gentiles expresamente nos mandó a huir.

Ahora amados pastores y estimados hermanos en Cristo, esas cosas no deberían pasar en la iglesia de Cristo. Lo sé y lo sugiero no porque ignore el carácter de los hombres, sino porque:

1. Las Escrituras son enfáticas respecto al tipo de hombres que Sus santas iglesias deben señalar al santo ministerio, irreprensibles, ejemplares en palabra, espíritu, fe, pureza y caridad (1 Tim 3.1-5; 4.12; Tito 1.4-9; 1 Tes 2.1-8; etc.). De ahí el mandamiento (no la sugerencia):

     “Esto manda y enseña. [12] Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza”. (1 Timoteo 4.11-12:)

2. El presbiterio (el cuerpo de ancianos ordenados por otros ancianos) de la o las congregaciones en funciones, NO debe imponer sus manos con ligereza. (Ver 1 Tim 5.17-22). Así está establecido respecto al escrutinio y el ritual de escoger y ordenar ancianos o pastores; 1 Timoteo 5.19-22:

     “Contra un anciano no admitas acusación sino con dos o tres testigos. [20] A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman. [21] Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, y de sus ángeles escogidos, que guardes estas cosas sin prejuicios, no haciendo nada con parcialidad. [22] No impongas con ligereza las manos a ninguno, ni participes en pecados ajenos. Consérvate puro”.

3. Por alguna razón no escuchamos a los sacerdotes del Señor del Antiguo Pacto, ni a los profetas (en los tiempos cuando era el Señor quien conducía a Israel hasta Samuel) ni a los pastores de la era apostólica (ver todo el Nuevo Testamento) ser sorprendidos en este tipo de conductas escandalosas.

4. Cierto que si comenzamos a escuchar de esto a partir de la era post apostólica y suena mucho y con más intensidad cada vez cual señal de iglesias, denominaciones y movimientos que se van corrompiendo. 

O sea, en la medida que se deterioran y pervierten las iglesias de Cristo (ver las 7 cartas de Jesucristo a las 7 iglesias de Asia -Apocalipsis. 2, 3), cambiando a ser sinagogas de Satanás como le ha pasado a toda Roma, a los Congregacionalistas, y masivamente a los Luteranos, Anglicanos y Reformados, y como les está aconteciendo a muchas iglesias libres e independientes; en la misma medida, como en proporción directa, notaremos que tal deterioro está ligado al descuido en los mandamientos y acciones enumeradas anteriormente.

Timoteo no sólo debía ser ejemplo de la grey (no suya) de Cristo, o sea “conservarse puro”; sino que esa era encarecidamente una función del presbiterio (y hasta de la misma grey en general). O sea, en la medida en que las iglesias de Cristo descuidemos su orden bíblica de: (1) sólo admitir creyentes en sus filas; (2) ejecutar la disciplina del Señor (sin arreglos); (3) ajustarse al Texto en todo; (4) no negligir ni requisito ni procedimiento alguno para la elección de pastores y diáconos; (5) predicar todo el Consejo de Dios y observar estrictamente las ordenanzas del Señor [en suma, seguir a Cristo en todo]; lamento decirles señoras y señores, repito: en esa misma medida y al mismo ritmo notaremos el deterioro y la debacle catastrófica hacia esas vulgaridades que vemos más y más en las ahora sinagogas de satanás y ministros del demonio. Y hablo así, aunque no siempre sea el caso, porque así se proyecta en las 7 cartas de Cristo en Apocalipsis.

LOS PECADOS DE LOS QUE DEBEMOS HUIR

Las Escrituras no solo establecen el carácter y el temple que debe caracterizar (sin excepción y de entrada) a todo ministro de Cristo, cosa que a su vez debe ser vigilada y confirmada por los ancianos de la y/o las iglesias involucradas en la ordenanza ministerial. Las Escrituras también mandan a los ministros (y a los santos en general) a huir de ciertos pecados que podríamos considerar para nuestros fines “capitales”.

Es verdad, de entrada, todo hombre cristiano bajo consideración para el oficio ministerial debe ser irreprensible, casto, puro, ejemplar y no debe ser un neófito. Y, es verdad, se trata de un cuerpo debidamente cualificado y aprobado, forjado, para tal tarea; el presbiterio. Esos hombres son probados y fieles ministros del Señor del calibre descrito en 1 Tes 2.1-8; 1 Tim 3.1-5; Tito 1.5-9; 1 Pe 5; Hechos 6.1-5; etc. Nunca el presbiterio debe ser algo menos que eso. Por mi parte, nunca he aceptado participar de casi ningún presbítero, simplemente porque no he conocido al dedillo a los candidatos. Me es casi imposible, al menos fuera de mi círculo íntimo de amigos.

Todo hombre de Dios lo es además por la investidura. Un ministro de Cristo verdadero no es cualquier hombre, ni siquiera cualquier creyente. Tiene una investidura especial hacia la pureza y la fidelidad. Su amor a Cristo no sólo es abundante, sino probado. Y precisamente por esa doble porción (medida de fe) que le ha sido vertida en la investidura (ver Efesios 4.7-14), él es ejemplar, amador de Dios, fiel, irreprensible, puro y de un templo sobrio y curtido en el sufrimiento en amor. Ese hombre se desalienta y a menudo el Señor literalmente viene a fortalecerlo (como hizo con Pablo varias veces; y como el Padre hizo con el mismo Señor)… “Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio”. (1 Timoteo 1.12; como 2 Tim 4.17; Hechos 23.11).

He aquí algunos pecados de los que todo hombre de Dios (ministro de Cristo), de igual modo todo creyente, debe (no que debería) huir:

1. Huid de la fornicación. 

     “Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; más el que fornica, contra su propio cuerpo peca”. (1 Corintios 6.18)

¿Cómo así hermano pastor? Hombre, mujer de Cristo. Saque millas de distancia en dirección contraria a la fornicación (toda impureza sexual). Sea marido de una sola mujer. Hable en privado sólo con una sola mujer. Nunca mire ni toque inapropiadamente a ninguna otra mujer que la suya. Igual haga usted hermana. No le des lugar al diablo. Huye. No coquetees con la sexualidad. Ninguna clase de pornografía. Ningún encuentro privado. A leguas en la otra dirección. ¿Has hallado el favor del Señor al tener esposa? Sea fiel a Cristo. Sea fiel a su gente. Sea fiel a su amada gacela, a su paloma. Sólo sus caricias te satisfagan todo el tiempo. Huye de la trampa de la muerte.

El libro de Proverbios se centra en cultivar y animar a la sabiduría. Y aunque el libro de Proverbios suele estar en poesía a modo de aforismos paralelos cortos, impresionantemente los Capítulos 1-8 no tienen ese formato, sino que son composiciones largas llamando, convocando y animando a sus hijos a la sabiduría. Y aunque a modo de personificación, esos capítulos de Proverbios concluyen en una sola cosa práctica: “Que el hombre sabio (filósofo), el hombre que posee el temor del Señor (frase equivalente a sabio) es conocido porque no cae en la trampa de la fornicación ni el adulterio”. Esencialmente ese es el enfoque de los capítulos 1-8 de Proverbios.

Hermano, ministro, huya de la inmoralidad sexual, sea fiel a Cristo y a su cónyuge en todo. Marido, ame a su esposa como Cristo amó su iglesia (Ef. 5.28, 29). “La voluntad de Dios es que Ud. sea santo, que se aparte de fornicación, que tenga a su única esposa en santidad y honor. 

(1 Tes 4.3, 4). “Consérvese puro”, “Sea santo”.

Observe el texto siguiente (2 Timoteo 2.15, 19-22): “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la Palabra de verdad… [19] Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo. [20] Pero en una casa grande, no solamente hay utensilios de oro y de plata, sino también de madera y de barro; y unos son para usos honrosos, y otros para usos viles. [21] Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra. [22] Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor”.

2. Huye de la avaricia (el amor a las posesiones terrenales)”.

La narrativa apostólica lo establece así (1 Timoteo 6.3-19):

     “Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, [4] está envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas, [5] disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia; APÁRTATE DE LOS TALES [y punto]. [6] Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; [7] porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. [8] Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. [9] Porque LOS QUE QUIEREN ENRIQUECERSE [ojo, NO los ricos] caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; [10] [¿Cómo así? y ¿por qué, Pablo?] porque RAÍZ DE TODOS LOS MALES ES EL AMOR AL DINERO (lit. el amor a las riquezas. Y note que no dice “las riquezas o el dinero”, no; sino: el amor a estas], el cual CODICIANDO algunos, SE EXTRAVIARON DE LA FE, y fueron traspasados de muchos dolores. [11] Mas tú, OH HOMBRE DE DIOS, HUYE DE ESTAS COSAS, y sigue [en vez de las riquezas de este mundo] la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. [12] Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos. [13] Te mando [NO, te sugiero] DELANTE DE DIOS, que da vida a todas las cosas, y DE JESUCRISTO, que dio testimonio de la buena profesión delante de Poncio Pilato, [14] [¿Qué?] que guardes el mandamiento sin mácula ni reprensión, [¿Por cuánto tiempo, apóstol] hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo, [15] la cual a su tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores, [16] el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén.

     [17] A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. [18] Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; [19] atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna”.

No tengo nada que añadir aquí.

3. Huye de la idolatría. 

Lea y observe el siguiente pasaje (1 Corintios 10.6-14, 21-22):

      “Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron. [7] Ni seáis idólatras, como algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a jugar. [8] Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y cayeron en un día veintitrés mil. [9] Ni tentemos al Señor, como también algunos de ellos le tentaron, y perecieron por las serpientes. [10] Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el destructor. [11] Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos. [12] Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga. [13] No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero FIEL ES DIOS, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar. [14] Por tanto, amados míos, HUID DE LA IDOLATRÍA…

      [21] No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios. [22] ¿O provocaremos a celos al Señor? ¿Somos más fuertes que él?”

Sencillamente, mi corazón, mi devoción, el culto, mi religión, mi fe y mi amor deben ser a Cristo. Si amo al mundo y sus cosas, soy enemigo de Cristo. Si llegase a serle infiel, miserable de mí. Mi amor supremo y mayor, con todas las fuerzas de mi ser, se la debo al Señor, sólo a él.

Sí, debo amar a mi prójimo y a mis enemigos; y aunque parezca una contradicción “debo amar a mi esposa como a Cristo” y “como me amo a mi mismo” (Efesios 5.28-30). Una esposa y los hijos son mi recompensa y única herencia preciadas en la tierra (Salmos 127; 128). Sí, en este mundo cruel y duro, cargado de tentaciones y tribulaciones, el Señor ha dado al hombre “que coma con alegría y disfrute de la mujer de su juventud”… un tesoro invaluable terrenal.

Así, pastores (y hermanos), “teniendo sustento y abrigo, alegrémonos”… en la voluntad del Señor: “En el día del bien, gocemos de la bonanza; y en los días malos, consideremos”… seamos santos y fueles en Cristo Jesús. No pequemos ni participemos en pecados ajenos. Saquemos provecho de la investidura, del Espíritu (la garantía depositada) y de los dones entregados para servir al Señor con fidelidad y amor supremo, en toda caridad.

Como suele enfatizar un pastor y teólogo español amigo:

“Hnos. amados, la santidad no es una opción para la vida cristiana, es la única opción”. (Samuel Pérez Millos)

Por eso dijo el Señor: “SED SANTOS”, y no dice “como yo”, sino “PORQUE [razón] YO SOY SANTO”.

Huid de la avaricia, la fornicación y la idolatría. Desechemos los asuntos necios. Corramos la carrera con Cristo y en Cristo.

Juan Carlos de la Cruz Nació de nuevo cuando tuvo 10 años; si bien confiesa que se reconvirtió varias veces en su juventud temprana. Está casado con la doctora en medicina, teóloga, músico y maestra Anabel Santos. La pareja ha procreado dos hijos, Christ y Carlos (adolescentes ahora). Juan, además ha sido Pastor Bautista por mas de dos décadas (ver www.facebook.com/ibnjrd). Además de ingeniero químico, Juan es teólogo, ostentando múltiples maestrías en los campos de Ciencia y Teología, incluyendo un doctorado en Filosofía (PhD). Juan ha trabajado en diversos campos, es un escritor de profusa pluma, con unos 20 ‘libros’ publicados hasta ahora (en varias editoriales), decenas de ‘artículos profesionales’ (en múltiples plataformas y revistas), y más de ‘artículos de opiniones’ en periódicos y páginas diversas.

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